Los referentes ideológicos del gobierno profundizan un discurso compartido entre las extremas derechas del mundo.
«El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo«. Esa máxima que Javier Milei no ha dejado de repetir como mínimo desde el discurso que dio después de los resultados de las PASO de agosto de 2023 es una frase atribuida a Alberto Benegas Lynch, hijo, quien a juicio del presidente es «el máximo prócer de las ideas de la libertad».
En la boca de Milei y sus funcionarios las definiciones de «libertad» y «esclavitud» se torsionan para disimular las contradicciones que hay entre pregonar la no intervención del Estado en las decisiones de la vida privada y atentar contra los derechos civiles conquistados en Argentina, en el caso de por ejemplo el matrimonio igualitario, hace 14 años. El descendiente del “prócer de las ideas de la libertad», Alberto «Bertie» Benegas Lynch, diputado a favor de privatizar el mar y en contra de la obligación de mandar a los niños a la escuela, es el mismo que por estos días dio rienda suelta a su homofobia, en plan de sumarse a un coro de La Libertad Avanza, de particular saña contra la población lgbti.
“En el plano personal creo que al gato hay que decirle gato y al perro, perro. Matrimonio viene del concepto mater, de la relación tradicional de hombre y mujer. No es una cuestión de decir qué conservador. No, no, es la cosa natural del hombre. Nos reproducimos así: hombre y mujer”, dijo “Bertie” Benegas Lynch.
Las declaraciones de Benegas Lynch fueron una suerte de respuesta a las críticas que días atrás había recibido el Secretario de Culto: durante Europa Viva 24, la cumbre de las derechas del mundo organizada por Vox en Madrid, Francisco Sánchez, además de cuestionar el divorcio, el aborto legal y la educación sexual integral, sugirió que la mayor parte de la sociedad argentina no consentía el derecho al matrimonio igualitario.
Diana Mondino
Este tipo de razonamientos y expresiones son una constante en LLA. Antes de la asunción de Milei, la canciller Diana Mondino había cuestionado el matrimonio igualitario al compararlo con «tener piojos«. Además de expresar sin ruborizarse ni retractarse una comparación entre la homosexualidad, la suciedad y la pediculosis, las palabras de Mondino contenían una amenaza: dijo que las personas son libres de elegir, pero que deben aceptar las «consecuencias«.
Carlos Rodríguez
En noviembre del año pasado, el economista Carlos Rodríguez, que supo ser jefe del consejo de asesores económicos del presidente, dijo ante un entrevistador gay que le dolía “la barriga» cuando veía dos hombres besándose y para justificarse, lo atribuyó a «temas hormonales». Poco después, terminó renunciando, dando una explicación por X que decía: «Creo que seré mucho más útil a la causa de la libertad si puedo opinar libremente sin que mis ideas tengan que estar asociadas a un partido político o a una persona”.
Nicolás Márquez
A principios de este mes, el biógrafo de Milei, Nicolás Márquez puso a circular declaraciones homoodiantes particularmente bestiales. Calificó a gays y lesbianas de tener una «conducta insana y autodestructiva”. Mientras la propagaba, negó también la homofobia. “Yo soy un respetuoso de la libertad personal y cada uno tiene la libertad para hacer lo que le plazca pero hay conductas propensas de tener mayores consecuencias negativas. La homofobia no existe es un invento idiomático que se impulsó a través de la RAE en 2015. Al disidente lo estigmatizan patologizando”, apuntó
No se amen con la nuestra
¿En qué se basa esa figura tan repetida entre libertarios que se podría sintetizar como: «que cada uno haga lo que quiera en privado… pero otra cosa es pretender derechos»? En referencia a este tema el sociólogo Ernesto Meccia aplica la definición de «disclaimers«, es decir, operaciones «micro-discursivas que pretenden atemperar el exceso de la declaración posterior, siendo la última lo que realmente se quiere decir».
«En la expresión ‘Yo no tengo nada en contra de que los homosexuales hagan lo que quieran en privado, pero es un comportamiento autodestructivo, pero que no lo sean con la nuestra, etcétera’, sabemos que lo único que se quiere que se quiere significar es lo que sigue al ‘pero’. En algunos contextos discursivos los disclaimers pueden funcionar hasta como una táctica de cortesía. En el contexto del gobierno de Milei, comprobamos día a día que el uso de los disclaimers es la antesala de la ofensa y la humillación. La libertad para agredir parece ser la única clase de libertad que entiende este gobierno».
Durante la charla con Tenembaum, Márquez dijo sin titubear que el Estado, hasta la llegada de Milei, incentivaba la homosexualidad, a través de lobbies. Sostuvo sus mensajes de odio con estadísticas sin fuente ni contexto (“Una persona de tendencia homosexual vive 25 años promedio que una heterosexual”) a lo largo de una extensa conversación con el periodista.
¿Qué significa esta idea que aparece insistentemente en el riñón de La Libertad Avanza de que el Estado habría estado financiando una orientación sexual? «Si, como él mismo Márquez afirmó no sólo en aquella entrevista, la identidad sexual no es una elección … ¿cómo podría hacer un gobierno para incentivarla?», se pregunta Meccia.
Se confunde “financiar una identidad”, como si algo así fuera posible, con las políticas públicas que apuntan a reducir la violencia y la discriminación que históricamente han padecido grupos como la comunidad lgbti. Con más precisión lo explica Meccia: “¿En qué quedamos: es un hecho o una elección? Si es lo primero, no hay financiamiento que pueda torcer la naturaleza de la sexualidad. Y, por otro lado, si el Estado debe estar ausente de todo ¿por qué debería estar presente para desincentivar una práctica «privada»? ¿A qué se debe esta excepción?”.
Meccia, autor de Los últimos homosexuales, recuerda que en la entrevista de Tenembaum, Nicolás Márquez dijo que la homosexualidad sería algo que no se elige y, además, una práctica privada. «Si así lo pensara, estaría hablando de algo moralmente neutro y debería haber detenido ahí la descripción. Pero como no cree en eso, necesita ofender para reponer públicamente sus ideales paleolíticos de la sexualidad. El aire de familia con los piojos de Mondino y con los elefantes del propio Milei es más que evidente o, mejor dicho, sistemático».