Así lo refleja el Centro de Almaceneros de Córdoba comparando enero con diciembre de 2023 al ser consultado por LNM. Situación similar atraviesan los supermercados. Algunos productos aumentaron por encima del 30% con relación al último mes del año pasado.
Pasan los meses, incluso los años, y el principal problema económico continúa siendo el mismo: la inflación, sin dudas, la principal explicación de la derrota electoral del gobierno anterior. Específicamente la suba de los alimentos que escaló por encima del promedio general de precios y agrió el humor social favoreciendo un cambio de gobierno. La nueva administración anarcocapitalista -tal como se define el ex panelista de TV ungido presidente- asume que las subas de precios entraron en un proceso de baja.
Alentado por algunas proyecciones de consultoras privadas, el vocero presidencial destacó que la inflación de enero estaría en torno al 20%. “Un buen indicador”, se regocijó. Consecuentemente, teniendo en cuenta que los incrementos de diciembre fueron del 25%, en el gobierno libertario ven una desaceleración de los precios. Desde el palacio de gobierno aducen que esto obedece a sus políticas de desregulación que solo tienen efectos positivos sobre la economía y, en particular, el comportamiento de los precios. ¿Se apresura la administración libertaria al hablar de desinflación, desaceleración de precios o anunciar “buenos indicadores” inflacionarios?
Alimentos arriba del 20% en las góndolas de los supermercados
En las góndolas solo se advierte una realidad: subas constantes; con mayor o menor magnitud si las comparamos con los incrementos de diciembre. Las evaluaciones de precios que hacen los supermercadistas arrojan subas en torno a 20%, comentó a La Nueva Mañana el supermercadista Víctor Palpacelli. Quien preside la federación argentina de supermercados aclaró que la muestra de productos que toman para el análisis es amplia, incluyendo muchos más artículos que los comestibles de primera necesidad. Ahora bien, si solo contemplamos la suba de la canasta básica nos encontramos con una suba promedio superior al 20 por ciento.
Además, Palpacelli, quien también está al frente de la red Almacor, destacó dos fenómenos vinculados uno de otro. Por un lado, las subas registradas están por debajo de las del mes pasado, pero esto obedece en gran parte a una caída del consumo. La contracción de ventas dentro de los supermercados se refleja en una disminución de las unidades vendidas de 6% en comparación con enero del 2023.
Lo cual significa dos cosas a destacar; primero que la gente está consumiendo menos artículos de primera necesidad; en segundo lugar, que los supermercados están absorbiendo costos. Es decir, los supermercadistas no trasladan al precio final todo el aumento que reciben de sus proveedores porque la demanda está deprimida. En la teoría, los precios bajan por la ley de oferta y demanda, de ello se jactan en el gobierno. En la práctica, ese aumento de costos en algún momento puede trasladarse a precios, haciendo que la eventual desaceleración sea solo pasajera. Va a cuenta de futuras recomposiciones de precios.
La contracción de ventas dentro de los supermercados se refleja en una disminución de las unidades vendidas de 6% en comparación con enero del 2023.
Almacenes venden un cuarto menos de lo que vendían
Por su parte, en diálogo con LNM, el departamento de estadística del Centro de Almaceneros de Córdoba nos adelantó sus cómputos que publicará oficialmente en los próximos días. Estiman que en enero las subas rondaron entre el 22 y 25%, con “una leve desaceleración con lo que fue este terrible diciembre en cuanto a números”. Como ocurriera en diciembre cuando los alimentos les ganaron a las subas promedio, enero arroja el mismo sinsabor. Se destacaron subas en yerba, azúcar y leche, con incrementos promedio en torno al 30 por ciento.
Al igual que en los supermercados, la demanda de alimentos cayó con mayor contundencia en los comercios de cercanía. Vanesa Ruiz, vocera del Centro, informó que la contracción de las ventas fue de casi el 24%. Con el agravante de que este desplome ocurrió en un contexto de crisis del turismo. Es decir, la mayoría de las familias no vacacionó, en efecto se supone que tuvieron más recursos disponibles para comprar alimentos. Pero la pérdida de poder adquisitivo de los ingresos destruye a la demanda.
La mayoría de las familias no vacacionó, por lo que se supone que tuvieron más recursos disponibles para comprar alimentos, algo que no sucedió.
El Gobierno espera que la recesión comprima los precios
Desde el Gobierno libertario buscan que la caída de la actividad económica baje los precios. Se trata de una estrategia antiinflacionaria implementada por las potencias económicas, en donde una recesión significa que cae la demanda de algunos bienes durables, mientras se equilibra la oferta de dinero. Ahora bien, en un país como la Argentina, la recesión es igual a perdida de fuentes de trabajo y que millones tengan dificultad para alimentarse.
Sin un plan de estabilización económica, en donde pareciera que el único plan es la recesión, solo resta saber si la contracción de la actividad llevará los precios a la baja o si contrariamente tendremos recesión con incremento de precios. Para eso habrá que ver para los próximos meses cuatro variables que serán determinantes en los precios.
Nada indica que los precios vayan a desacelerar con consistencia
Las paritarias salariales, el impacto de la suba de combustibles, los aumentos de las tarifas y el valor del tipo de cambio son los factores que determinarán las subas futuras. El mes cerró con un incremento de los combustibles como resultado de la actualización de los impuestos que impactan en el valor de la nafta. Se trata de un encarecimiento de la nafta en torno a 10% que enciende la inflación de febrero. La actualización del impuesto a las naftas muestra el apetito fiscalista del gobierno que ansía reducir el déficit fiscal vía impuestos en un contexto en el cual la recaudación cae producto de la recesión. Con lo cual no sería extraño las subas de otros impuestos que impacten sobre los precios, consecuentemente.
Pero además de las subas en los surtidores de las estaciones de servicio, febrero ya está impactado por otros factores que pesan. Por un lado, están las subas salariales que buscan no perder poder adquisitivo dada la inflación pasada, la cual es trasladada a los precios. Pero, por otro lado, aún persisten los efectos de la última devaluación (cerca del 120%), de las mayores de la historia argentina. Ocurre que, si tuvimos una inflación mayorista en diciembre que duplicó a la de los precios minoristas, esto sugiere que parte de los aumentos aún no se trasladaron.
Las paritarias salariales, el impacto de la suba de combustibles, los aumentos de las tarifas y el valor del tipo de cambio son los factores que determinarán las subas futuras.
¿A las puertas de una nueva devaluación?
Por último, el riesgo de implementar una megadevaluación sin un plan de estabilización ni un programa que contemple acuerdos de precios es que la inflación se acumule y termine por superar a la devaluación. Es lo que está ocurriendo. De hecho, siendo optimista, con una inflación levemente e la baja, desacelerándose, como festeja el Gobierno, terminaría febrero habiendo acumulado un promedio de subas en torno a 80% desde la última devaluación. Esto significa que estaríamos en puerta de una nueva suba del dólar con el efecto directo que esto tiene sobre precios.
De hecho, el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró que los dólares que habilitó para que el gobierno libertario no caiga en default son a cuenta de futuras devaluaciones. Según el Fondo, el presidente anarco capitalista se comprometió a levantar los controles sobre el dólar. Algo que no ocurrirá sin previa depreciación del peso.