Las grandes fabricantes de Alimentos, Arcor, Molinos, Ledesma, AGD, apuestan a reducir el mercado interno vía suba de precios y dirigir su producción hacia la exportación.

Son las cuatro de la tarde del martes. Andrea se detiene en un kiosko de Palermo, observa con detenimiento los chocolates, caramelos, algún alfajor. No se decide. Amaga con seguir su camino hasta que le sale una pregunta, casi con temor, en voz baja. ¿Cuánto está el paquete de Sugus, esos que son confites? La encargada del local no duda. “Son 1050”. Andrea agradece con un gesto; ahora sí, retorna a su trayecto. Dos días más tarde, el mismo paquete de caramelos, en el mismo kiosco, cuesta 1150 pesos, un alza del 10%. Arcor lo hizo.

La variación de los precios de los alimentos en diciembre superó el 30%, según los registros de la consultora EcoGo y el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO). La discusión parlamentaria sobre la conformación de las comisiones que deberán analizar la ley ómnibus y el DNU no hace ni hará mella en las pretensiones de las corporaciones que redactaron esa misma estructura jurídica. Avanzan.

La ley de abastecimiento ya se encuentra derogada de facto; lo mismo ocurre con la ley de góndolas. No existe más los controles. No es la descripción de un Estado débil. El Estado se convirtió en estructura jurídica cooptada por un puñado de empresas, con posición dominante; son las corporaciones que siempre están, las que hablan de libre mercado y seguridad jurídica. Las que se imponen con normas ad hoc, como el DNU y el proyecto de ley ómnibus, un marco de legalidad fraguada. Lo hicieron durante la última dictadura cívico militar, con el menemismo, con Macri y ahora con Javier Milei.