El presidente Lula Da Silva cierra un año con Brasil como la novena economía del mundo. En el plano internacional, sembró además propuestas de largo alcance que serán de enorme beneficio para Brasil y la región.

“¡Saben el trabajo que hay que hacer para tener tanta suerte!”, ironizó Lula da Silva, el exitoso presidente de Brasil, luego de que el FMI colocara a su país como la novena mayor economía del mundo. La ironía fue tanto para la oposición de derecha y los sectores reaccionario de Brasil que desvalorizaron sus logros y atribuyeron el avance al azar o a la buena suerte, como para los organismos internacionales que pronosticaban un crecimiento decepcionante.

Lo cierto es que Brasil creció más del 3,0%, lejos del 0,6% que se preveía. Cuando Lula dejó la presidencia el 31 de diciembre de 2010, su país era la séptima economía mundial. Durante el gobierno de Dilma Rousseff subió al sexto lugar, pero cuando se fue Bolsonaro, en diciembre del 2022, estaba en el puesto 13. En apenas un año Lula logró adelantarlo al noveno, desplazando a Canadá. Además, consiguió record de exportaciones y producción agrícola; una inflación de 4,5 %, (la menor de los últimos tres años); una baja en el desempleo; caída de los precios de alimentos populares y aumento de salarios.

“Es algo muy placentero para quien heredó un país destrozado, procedente de una persona negacionista que no creía en nada y que no hacía nada”, dijo Lula en su charla semanal por las redes, en referencia a su antecesor, el ultraderechista Jair Bolsonaro. El ex presidente de extrema derecha fue acusado por la Justicia de abuso de poder y castigado con la inhabilitación para ejercer cargos políticos por ocho años. Está además procesado por el intento de un golpe de Estado, el pasado 8 de enero, en Brasilia, cuando miles de sus seguidores atacaron e invadieron las sedes de los tres poderes del Estado.

Esta semana, Lula sugirió la realización, el próximo 8 de enero de 2024, de un acto recordatorio del primer aniversario de aquel golpe fallido. “Será convocado por mí, por el presidente del Supremo Tribunal Federal, por el presidente del Senado y el de la Cámara de Diputados”, afirmó en el Palacio del Planalto, al comenzar una la reunión del gabinete de ministros.

Entre los muchos aciertos de su gestión el más destacable es el último acuerdo histórico que logró el oficialismo con la bancada de derecha, en un súper-atomizado Congreso brasileño, antes del receso de Navidad. “Después de más de 30 años promulgamos una reforma tributaria. El que gana es Brasil”, tuiteó Lula. Además, se aprobó el gravamen de artículos de lujo y herencias de los megarricos y a las empresas off shore, con lo que se espera recaudar el equivalente a 6.000 millones de dólares hasta 2025.

El éxito es también de su ministro de Hacienda, Fernando Haddad, quien fue, según dijo el líder del Partido de los Trabajadores (PT), el que consiguió convencer al Congreso. “Su trabajo ha sido extraordinario”, subrayó Lula. Según Haddad, el cobro de impuestos a los superricos compensará la suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias prometida por el PT.

Éxito internacional

En el plano internacional Lula no sólo obtuvo importantes victorias, sino que sembró propuestas de largo alcance que serán de enorme beneficio para Brasil y la región. Dos colaboradores de su máxima confianza, la ex presidenta Dilma Rousseff, y el ex canciller Celso Amorim, son los pilares de sus objetivos geopolíticos. 

A fines de marzo Dilma asumió la presidencia del banco de los BRICS -Nuevo Banco de Desarrollo (NBD)- institución que ayudaría a consolidar un nuevo orden mundial. El NBD está centrado en la productividad, en las inversiones de infraestructura y en colaborar con el intercambio comercial internacional en monedas nacionales por fuera del dólar. El banco de los BRICS quiere ser una alternativa a las instituciones centradas en la especulación financiera como el Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional dominados por Estados Unidos.

Por otra parte, Celso Amorim tiene la tarea de un súper diplomático por la paz internacional, un tema que obsesiona al líder del PT al punto que él mismo emprendió varias gestiones para conseguirla. En junio Lula visitó al papa Francisco y al presidente de Francia, Emanuel Macron, para generar un acuerdo posible entre Rusia y Ucrania. También presentó varias iniciativas en la ONU sobre este tema y para lograr un cese del fuego en Gaza, enclave asolado por el ejército de Israel.

La última entre las muchas gestiones de paz que hizo Brasil fue el intento exitoso de Celso Amorim por mediar en la crisis entre Venezuela y Guyana por la región del Esequibo, riquísima en hidrocarburos. Esa zona es fronteriza con el estado brasileño de Roraima. Lula sabe muy bien cómo los ojos de la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, y de la Casa Blanca están puestos sobre esa zona y sobre el resto de las riquezas de nuestra Patria Grande.

En ese sentido, hubo al menos tres importantes iniciativas del presidente brasileño (además de jugarse para que Argentina entrara en los BRICS y tuviera un gobierno democrático): 1) el relanzamiento de Unasur en mayo; 2) la Cumbre de países amazónicos (impulsada junto al presidente colombiano Gustavo Petro) y 3) los acuerdos con Emiratos Arabes Unidos para la construcción de un corredor bioceánico de 2.400 kilómetros que una el Atlántico (puerto brasileño de Santos) con el Pacífico (Arica en Chile) pasando por Paraguay y Argentina.

Si no es boicoteada y llega a construirse, esta megaobra reducirá los costos de transporte de mercadería, diversificará y ampliará los mercados regionales; creará empleos; favorecerá la integración regional y convertirá a Sudamérica en un polo atractivo y competitivo para el resto del mundo, sobre todo para Asia y Africa.

En cuanto a la Cumbre Amazónica, allí también se discutieron proyectos ventajosos colocando en el centro de la agenda la soberanía regional y la cuestión ambiental. La reunión acordada entre Lula y Petro tuvo lugar en agosto 2023, en Belém do Pará, Brasil, y concurrieron los ocho países que comparte esa codiciada zona del mundo, el Amazonas: Ecuador, Bolivia, Perú, Venezuela, Surinam y Guyana además de Brasil y Colombia. Lula anunció la construcción de un “anillo de Internet” que conectará las ocho naciones e implicará un tendido de 12 mil kilómetros de cables de fibra óptica para el uso de cerca de 10 millones de personas.

Para culminar un muy buen año, el 1º de diciembre (hasta el 30 de noviembre de 2024), Lula asumió como presidente pro tempore del G20. Sus tres prioridades serán la lucha contra la desigualdad y el hambre, el combate al cambio climático y la reforma de las instituciones de gobernanza internacional como el Consejo de Seguridad de la ONU.

«No podemos dejar que cuestiones geopolíticas secuestren la agenda de discusiones. No nos interesa un G20 dividido. Necesitamos paz y cooperación en vez de conflicto», dijo al asumir. En ese marco, anunció que todos los presidentes serán invitados –y subrayó “todos” con alusión especial a quien sea elegido en Rusia en las elecciones de marzo de 2024- a la cumbre del G20 el próximo mes de noviembre, en Río de Janeiro, donde él será el anfitrión.