Sergio Massa y Javier Milei se enfrentan en la etapa final de un largo año electoral, convocando a las urnas a un electorado que parece dividido entre el odio y el horror. Pero lo que realmente se juega este 19 de noviembre es mucho más que el próximo presidente.

BALOTAJE DEL 19 DE NOVIEMBRE

La democracia se juega la elección más importante desde su regreso hace 40 años, al convocar por segunda vez a los electores a las urnas para elegir en un balotaje quién será su próximo presidente entre dos opciones que se encuentran en las antípodas entre sí y donde cada voto parece estar impulsado o por el odio o por el horror.
Por un lado, se encuentra el candidato del oficialismo, Sergio Massa, actual ministro de Economía de un cuestionado gobierno que llega a esta segunda vuelta con una inflación que parece indomable, con un dólar oficial sostenido, un blue que amenaza con dispararse, y con medidas que buscan aliviar los alicaídos bolsillos de los argentinos.

Massa promete “enterrar definitivamente la grieta” y llama a conformar un gobierno de unidad nacional a partir del 10 de diciembre. Se despega de la actual administración cuyo gabinete integra pero asegura que en “su Gobierno” garantizará la educación pública y el acceso a la salud, y promete terminar de pagarle al FMI para que nunca el país esté sometido a ajustes que empobrezcan más a sus ciudadanos.
Milei, con un discurso cargado de insultos y violencia

Enfrente tiene a un rival que ya juntó repudios de varios sectores de la sociedad, desde los científicos, universidades públicas, futbolistas, artistas, intelectuales, entre otros, por sus ideas ultraliberales y su discurso cargado de insultos y violencia. Es que el candidato Javier Milei no resiste archivo y su pasado como panelista invitado a distintos programas televisivos y radiales así lo demuestra.

Sus promesas son minimizar o directamente destruir la presencia del Estado, recortar derechos laborales, eliminar los subsidios y dejar que el libre mercado sea quien mande en cada rubro. Así enunció la posibilidad de que la educación sea por vouchers, que la salud sea privada, impulsa la libre portación de armas, sugirió convertir los clubes de fútbol en sociedades anónimas y elogió las AFJP que privatizó las jubilaciones y a su creador Domingo Felipe Cavallo -sin mencionar que fue también el impulsor del corralito que llevó a la crisis del 2001-. Todo esto sin nombrar sus sugerencias de permitir la venta de órganos o el mercado las adopciones, remontar las banderas de los “dos demonios” durante la dictadura y negar que hayan sido 30 mil los desparecidos durante las épocas más oscuras de la patria, tildar de “el maligno en la tierra” al Papa argentino Francisco, y hasta reivindicar a la ex primera ministra británica Margaret Thatcher que estuvo al frente de la sangrienta guerra de 1982. Es que Milei no considera que las Islas Malvinas sean argentinas.

Ahora, aliado de la “casta” con Macri y Bullrich

Sin embargo, las dos propuestas que parecen haber calado hondo en el electorado son la dolarización de la economía y la destrucción de la corrupta “casta política”. Sobre la primera, al consultarse cómo lo haría, la candidata a vicepresidenta Victoria Villarruel aseguró que los argentinos tienen sus ahorros en dólares “debajo del colchón” o en el banco (y aquí la sombra del Corralito encendió las luces de alerta). En tanto, el discurso contra “la casta” se cayó en el mismo momento en que se alió con Mauricio Macri y Patricia Bullrich. En ese mismo instante, guardó la motosierra que blandió en el aire en sus actos, dejó de hablar de Conan y los cuatro clones de su perro y se separó definitivamente de la popular actriz Fátima Florez.

El capítulo que sumó esta alianza con Macri fue destructivo para la que era hasta entonces la principal fuerza opositora del kirchnerismo: Juntos por el Cambio. La iniciativa de Macri, arrastrando a quien fuera su candidata a presidenta, Patricia Bullrich, fue letal para la coalición que tenía prevista una reunión entre todos los partidos aliados para decidir su postura ante el balotaje. Pero el ex presidente -que no tuvo el respaldo suficiente para volver a ser candidato-, se adelantó y decidió por todos. Antes, se había encargado de denostar a Horacio Rodríguez Larreta, elogiar a Milei en plena campaña de Patricia Bullrich, y ningunear a su principal aliado, la UCR, que le dio la estructura partidaria en todo el país que el PRO solo no tenía.

Su objetivo fue “tentar” a los electores de la primera vuelta y sumar fuerzas para el balotaje, y hay quienes aseguran que sumó y “domó” a Milei. Para otros, sólo restó al desdibujar la imagen de rebeldía de Milei, destruyó una coalición que tenía ocho años de vida y dejó “huérfanos” a decenas de gobernadores electos, legisladores, intendentes y concejales.

Es bajo la mano de Macri que Milei ayer desembarcó en Córdoba para cerrar su campaña política. Si bien en esta provincia le ganó en las PASO y primera vuelta al gobernador Juan Schiaretti como candidato presidencial de Hacemos Unidos por Córdoba, será la segunda vez que pise suelo cordobés desde que inició la campaña en julio pasado.

Córdoba, ¿otra vez clave en una elección?

¿Por qué Córdoba? La respuesta parece ser que esta provincia le dio la victoria en las urnas en el 2015 a Macri. ¿Por qué no le daría los votos suficientes a Milei como el distrito con mayor cantidad de electores luego de provincia de Buenos Aires (donde el gobernador de Unión por la Patria, Axel Kiciloff, logró la reelección) y de CABA, donde Jorge Macri le permitió retener el dominio al PRO?

Muchos electores se enfrentan este domingo a una disyuntiva que va más allá de la llamada “grieta” que dominó por años el país. Ya las opciones no son como otrora: peronismo o antiperonismo, kirchernismo o antikirchnerismo. Ahora parece ser: o continuar sosteniendo este sistema democrático y confiar en que Sergio Massa podrá poner fin a la crisis y domar la economía durante “su Gobierno” o poner en riesgo el sistema democrático que tanto costó conseguir.

Porque este 10 de diciembre se cumplen 40 años de la asunción del radical Raúl Ricardo Alfonsín como el primer presidente que sobrevino al terror de la dictadura. Ese mismo que impulsó el juicio a las Juntas Militares sentando un precedente a nivel internacional. Aquel que Javier Milei, ya desde su rol de candidato a la presidencia, tildó del “peor gobierno” de la historia argentina, comparándolo con el actual de Alberto Fernández, pero nunca mencionando a Fernando De la Rúa, Cavallo, el corralito y el helicóptero de 2021.

Un riesgo para el sistema democrático

Y decir que Milei pone en riesgo el sistema democrático no es exagerar. La semana pasada la jueza electoral María Servini de Cubría advirtió que La Libertad Avanza no entregó la suficiente cantidad de boletas para que alcance en todas las mesas electorales dispuestas en el país. La justificación de la fuerza que impulsa “el León”, como se autodenomina el líder de LLA, es que tienen miedo al fraude electoral por lo que mantendrán ellos las boletas “para que no se las roben”. Si una de las dos fuerzas con mayor posibilidad de ganar este domingo no confía en la Justicia Electoral es alarmante.

Pero quizás lo más grave sea que muchas de las propuestas de Milei, de asumir como presidente, no van a contar con los votos suficientes en el Congreso y el Poder Judicial podría ponerles también coto por anticonstitucionales, como es el caso de la eliminación del Banco Central que requiere una reforma de la Carta Magna nacional. Por lo tanto, si el ciudadano eligió un candidato que dice que hará lo que el resto de los poderes del Estado no le permitirá hacer, ¿dónde queda la representación de la voluntad popular? Es allí donde el sistema democrático, tal cual fue concebido, puede llegar a fracasar en un posible gobierno del “León” Milei.