50 años después, en las calles empedradas de Alberdi, los estudiantes que participaron de la manifestación de mayo de 1969, vuelven a juntarse.

POR JUAN CRUZ TABORDA VARELA

Más de 50 años después vuelven a reunirse una tarde de mayo. La militancia logró, en estas cinco décadas, lo que pocas actividades humanas consiguen: el lazo tan fortalecido como entonces. Ese lazo colectivo que en cada encuentro los vuelve al pasado pero no en forma de anécdota: el pasado es plataforma desde donde pisar el presente.

Carlos Scrimini es santiagueño. Estudiaba Medicina, militaba en el comunismo local y era el presidente de la Federación Universitaria de Córdoba, la FUC, nacida bajo el fuego del incendio de 1918: la antesala del mayo cordobés. Alberto Cerda también estudiaba Medicina, al igual que Daniel Curado Díaz y Teresita LedesmaRaquel Sosa cursaba Letras, Coco Miró, Arquitectura y Juan Carlos Nieto, obrero desde siempre, era integrante de la Juventud Sindical. Salvo Nieto, todos y todas formaban parte de la Federación Juvenil Comunista y de la FUC, el brazo estudiantil del movimiento que, comandado por los sectores obreros, dio vuelta la ciudad un 29 de mayo.

Pero, ¿dónde inicia aquel pasado? ¿En aquella reunión que presenció Juan Carlos Nieto en la reunión del Partido Comunista en donde convencieron al histórico Jorge Canelles, del gremio de la construcción y militante del PC, de que hable con Tosco para que éste se conecte con Elpidio Torres, a quien no podía ni ver?

«No, no, no, gritaba Canelles –recuerda ahora Nieto-. Y las autoridades le decían ‘tenés que convencerlo, tiene que aprender la vocación de la unidad'» ¿Fue esa unión entre Tosco y Torres el inicio de todo o la bala que derribó a Alberto Cerda a la vuelta del Hospital en 1966?

No habrá, esta tarde, una reconstrucción total de la historia, respuestas determinantes o conclusiones finales. Sí una charla que pueda ir del ayer al hoy para comprender la inescindible causalidad que hay entre el pasado y el presente. «Era ir todas las noches al centro a hacer actos relámpagos. Además era una fiesta, era entretenido. Ibas a una esquina, tirabas volantes, gritabas abajo la dictadura y salías corriendo, te tiraban gases, detenían a unos cuantos, te escondías» recuerda Scrimini, recién llegado de Santiago del Estero, donde escribió el libro que todo lo recuerda de aquellos años. En esos actos y militancia fue que una mañana cayó baleado Alberto Cerda. Era 1966 y hoy leen aquel hecho como el inicio de todo.

Alberto Cerda: La muerte de Pampillón fue el segundo hecho. El asesinato vil sorprendió a todos porque asesinaron a un compañero a tres metros con una 45.  Yo hacía poco volvía de Catamarca, rengueaba y nos metimos en un bar, trabamos la puerta de vidrio y una compañera nos avisó a los gritos. Cuando salimos vimos que metían a Pampillón en el auto de la policía y dan la vuelta por Sucre en contramano y van al de Urgencias. Esa cuadra la tomamos con barricadas. Había un charco de sangre en el cordón de la vereda y un compañero bien morocho lo protegía: no pisen la sangre de nuestro compañero, gritaba.  Éramos unos mil. Cuando vino la policía fue una batalla campal, peleando cuerpo a cuerpo, bajándolos del caballo, algunos buscaban sacarles el sable. Nos hicieron bolsa, pero les costó. Nos metimos en un altillo con un compañero para ocultarnos y salimos al otro día a las 7 de la mañana.

La causa por el asesinato nunca avanzó. Se robaron papeles, falsificaron datos y extorsionaron al padre de Pampillón. «Incluso presionaron al neurólogo, a quien le quisieron hacer decir que la bala no era 45. Se sacó el identik del policía, pero nunca se supo nada. Dicen que lo llevaron al interior» recuerdan.

Teresa Ledesma: Yo fui archivera en el Hospital de Urgencias después de la muerte y tuve la radiografía de Pampillón. Tenía un hueco enorme en el occipital. Cuando volvimos a buscarla, ya había desaparecido.

¿Qué pasaba con ustedes? Baleaban a un compañero, mataban a otro.

Coco Miró: A la policía la tomábamos prácticamente como el enemigo a vencer. Pensábamos permanentemente el tipo de acciones que teníamos que hacer para contrarrestar el ataque que sufríamos cada vez que salíamos a la calle. Las bolitas a los caballos, los fósforos de cera en la panza de los animales para que tiren al suelo a los policías. Todas las alternativas posibles.

Carlos Scrimini: No pudimos sacar las alcantarillas de la bajada de la Deán Fúnes para que se clavaran ahí…

Alberto Cerda: Era un compromiso militante. Yo venía de un hogar politizado, pero nunca supuse que iba a militar apenas llegué, menos que me iban a pegar un balazo, que iba a ver el asesinato de Pampillón. Ahora, a más de 50 años, puedo decir que cumplimos. Es como si hubiéramos sido herederos de la Reforma, como si hubiéramos sabido que teníamos que cumplir ese legado en ese momento. Militábamos todo el día. Les cuento a mis hijos y me pregunto cómo hice para recibirme ¿Cómo hacíamos? Teníamos la misión de ser buenos alumnos, pero con compromiso militante. Por suerte estimulamos a muchos, no era fácil la época. Sabían quiénes éramos. Dicen de Onganía que fue una dictadura blanda cuando se tuvieron que ir 1500 docentes; acá fue muy recordada la renuncia pública del profesor Rodolfo Carballo.

Carlos Scrimini: Rodolfo me decía: Carlos, toda bomba es un poema. Tenía su clínica en la calle Rioja. Hizo todo lo posible para que mi hijo naciera el 16 de octubre y no el 17…

Teresa Ledesma: Mi familia en Santiago, todos peronistas, rogaban que nazca el 17.

Las risas son generales porque saben que las cuestiones personales y familiares se cruzarán una y otra vez de modo inevitable. Porque saben que lo personal es político.

Raquel Sosa: Para la muerte de Pampillón yo aún estaba en Las Varillas, iba a la secundaria, tenía 15 años. Y el día posterior del asesinato, todas las escuelas secundarias pararon y fuimos a la plaza. Fue mi primer acto político. Cuando llego a Córdoba voy a una pensión en Colón y General Paz y me choco el Cordobazo. Teníamos teléfono en la pensión, no todas lo tenían. Me llamó mi papá y me preguntó si quería que me vinieran a buscar. No, le dije, esto es divino, increíble.

Alberto Cerda: Yo estaba en la Unión Soviética para el Cordobazo y veía los noticiero allá y hablaban de Córdoba como una ciudad que se asemejaba a una ciudad de la Segunda Guerra Mundial. Lo veía en Moscú. No era una joda. Era medio inconsciente la militancia, no sé si teníamos la suficiente madurez. Teníamos 18 años.

Carlos Scrimini: Como les pasa a todos los jóvenes del mundo, creímos que la historia la empezábamos nosotros y salimos sin medir las consecuencias.

Daniel Curado Díaz: Yo soy egresado del Liceo Militar…

Carlos Scrimini: Mucho tiempos pensábamos que era cana..

Daniel Curado Díaz: Sí, lo padecí muchísimo. Voy a escribir un libro sobre eso. Yo venía de una formación del Liceo, clase media en ascenso, en mi casa se leían revistas del mundo. Estuve cerca de empezar la carrera naval, porque quería ser piloto. En el Liceo estaban Araujo, Fierro y Vaca Narvaja, que después fundaron Montoneros. Rendí para Medicina, el primer examen en toda la Universidad, pero me bocharon y armamos la primera comisión de lucha contra el ingreso. Años después, en una barricada y a las corridas, me pregunté qué hacía ahí. Y me respondí: yo quiero la libertad, quiero la libertad para todo el mundo. Era como un fuego adentro mío. Teníamos una militancia muy activa, pero no estábamos todos organizados. Era una conciencia que iba creciendo cada día, incluso en los meses previos del Cordobazo. La dictadura termina asesinando a tres compañeros estudiantes  y eso era inaudito, la sociedad no lo toleraba más.

La polémica que atraviesa cualquier hecho histórico no está ausente. El testimonio de Lucio Garzón Maceda, el abogado sindicado por entonces, y con razón, como uno de los cerebros del Cordobazo, siempre le ha bajado el precio a los estudiantes. E incluso ha minimizado el rol de Tosco. Ellos lo saben y responden: “Le duele que no haya sido el peronismo la cabeza visible del movimiento estudiantil y que uno de los líderes haya sido un marxista independiente como Tosco”.

Daniel Curado Díaz: Llegamos a hacer asambleas de 7 u 8 mil estudiantes. Se había creado una conciencia, pero no significaba que estábamos organizados. En la universidad y en los secundarios. Todo eso generó un cambio. Y en la clase obrera empieza la disputa entre lo nuevo con la burocracia sindical.

Juan Carlos Nieto: Yo estaba en la secundaria y trabajaba en el Correo. Estaban pasando cosas. La formación de esta ofensiva se empezó a formar en los barrios, el comunismo, el peronismo, los sindicatos. Esta dinámica era porque esencialmente se había logrado una unidad en el estudiantado y era un reflejo para nosotros, los obreros.  Estábamos convencidos y teníamos confianza en los que estábamos haciendo. El Cordobazo no es sólo los obreros y estudiantes, también es el movimiento vecinal.

Hablemos de la violencia

Juan Carlos Nieto: La primera violencia era estar en la clandestinidad por la ley 17401, la ley anticomunista. Apenas arrancó ya tuvimos 4 compañeros presos.

CM: El ser reprimidos por la Policía te generaba un enfrentamiento con  las fuerzas de seguridad. Antes de que se formara Montoneros y el ERP, en la Facultad formamos la FAROLA: Fuerzas armadas para hinchar las bolas. En todas las manifestaciones nos encargábamos de las molotov y de las bombas de alquitrán. La noche de Pampillón, la fachada del Jockey Club quedó manchada con nuestras bombas. Y eso surge por la represión que sufríamos.

Alberto Cerda: Empezamos a discutir las vías de la revolución. Todo estaba relacionado con Cuba, el Che. El partido (comunista) estaba en la vía democrática, pero recibíamos algunas instrucciones y había compañeros que estaban en grupos de choque. La discusión política con otros grupos era que nosotros éramos reformistas porque no nos decidíamos por la vía armada. Por eso surge después Montoneros y ERP, porque ellos estaban convencidos de esa vía. Nosotros entendimos que no había que aislarse y había que masificarse, no ir a la ilegalidad sino pelear por la legalidad, por eso Carlos fue presidente de la FUC y yo del Centro de Medicina.

Pasaron 50 años. ¿Balances?

Carlos Scrimini: El Cordobazo tuvo influencia en el sentido común argentino. Nosotros, los más viejos, sabemos cómo era la cultura de nuestros padres y de los estudiantes antes del Cordobazo. Para mi el Cordobazo produce un giro a la izquierda en el sentido común argentino. Aquella sociedad era admiradora de Kennedy, de la Alianza para el Progreso, muy anticomunista. Después del Cordobazo, queda, a pesar de todo lo que nos pasó, un sector de la población que es de izquierda, puede ser elemental  o profundamente. Pero hay mucho y en todas partes y es producto de la generación del 60’ y el 70’. Pienso a su vez que hemos sido derrotados y que como contrapeso, esos 30 mil desaparecidos también dejan una impronta muy fuerte. Argentina es uno de los países más politizados de América. La tradición laica, de la Reforma, de Sarmiento (su aspecto positivo) y la educación pública, todo eso ha impedido que nos derrotaran totalmente. El fuego está encendido.

Alberto Cerda: Ahora estoy de acuerdo.

Daniel Curado Díaz: Las marchas contra el 2 x 1 es la prueba, nadie esperaba lo que pasó y tuvieron que dar marcha atrás.

Alberto Cerda: El Cordobazo es un eslabón más de la lucha. El aporte ha sido tan grande  que hemos podido ver 10, 12 años en América Latina de un avance importante  y que cualitativamente no está perdido. Todos hemos aportado, hemos avanzado y el Cordobazo forma parte de ese camino. En las marchas del 24 de marzo, uno ve la cantidad de jóvenes, los sectores humildes y es emocionante.Ccreo que nosotros hemos contribuido