Que el mundo es tristemente desigual y que con la pandemia de Covid-19 esta desigualdad no ha hecho más que profundizarse es hoy ya más que evidente.
Por Enrique Bordón y Melina Schierloh (@liberacion.corriente) * Ilustración: Matías Tejeda (@matedibujos)**.
Mientras la pandemia ya lleva cobradas más de 3 millones de vidas, las vacunas son un recurso finito que parece no alcanzar ni llegar de forma equitativa a los distintos países. Tan solo 10 países concentran el 75% de las vacunas disponibles al tiempo que otros 130 no tienen ninguna vacuna, de ningún tipo ni dosis. Más aún, algunos países centrales han comprado dosis multiplicando varias veces las necesarias para su población, es decir, las han comprado anticipadamente para asegurarse la inmunización. Escandalosa en este sentido fue la compra de Gran Bretaña de un stock con el que podría vacunar a su población seis veces. El acopio y concentración de dosis hace, entre otros factores que otros países, de ingresos más bajos, no accedan a una vacuna sino hasta el año 2022 o más tarde, algo así como un nacionalismo inmunitario bajo la loca idea que si se salva la población de un país el tema está solucionado.
Varixs especialistas aseguran que la única forma de combatir el virus es realizando una campaña de vacunación a escala global. De nada sirve que unos pocos países ricos hagan una vacunación masiva si a más de un centenar de otros no llegan las vacunas. De mantenerse este esquema, la crisis que estamos viviendo está lejos de desaparecer y por el contrario seguirá cobrándose la vida de miles y miles de seres humanos en todo el mundo.
¿Dónde están las vacunas que no llegan acá?
Pero, ¿quiénes producen las vacunas que podrían salvarnos del Covid? La producción proviene de un conjunto pequeño -pequeño de verdad- de empresas de la industria farmacéutica. Estas empresas suelen externalizar sus producciones por eso es que vemos como, por ejemplo, en India se están fabricando vacunas aunque India sea un país que no ha podido construir un sistema científico propio que permita la innovación tecnológica. Es decir, India produce muchas vacunas, pero esa producción no queda allí, pues depende de a quién esas empresas decidan venderlas. Paradójicamente, India ha tenido en los últimos días récord de fallecimientos y contagios.
Ahora, dado el altísimo número de vacunas necesario para inmunizar a toda la población mundial ¿no deberían producirse vacunas en más cantidad, con esfuerzos aunados y poniendo todos los recursos a disposición? Sí. Una pandemia de esta escala lo requiere y realmente podría multiplicarse la producción de vacunas a partir de replicar su elaboración en otros laboratorios. Hay un gran número de laboratorios, tanto públicos como privados, que cuentan con la tecnología adecuada y los recursos humanos capacitados para ello, que vienen trabajando en esta tarea, pero hay un impedimento: la apropiación desigual de los derechos intelectuales que pesan sobre esas vacunas, lo que se conoce como sistema de patentes.
Esta apropiación de conocimientos y tecnologías en materia de salud la llevan adelante estas mismas empresas que mencionamos -unas pocas multinacionales, provenientes en su mayoría de Europa, Estados Unidos o de Japón- y es posible por un acuerdo internacional firmado por todos los países miembros de la Organización Mundial del Comercio en los años 90. Con aquella avanzada neoliberal, que fue de la mano de la progresiva privatización y fragmentación de los sistemas públicos de salud, se instaló este mecanismo que obligó a todos los países a reconocer la propiedad intelectual, derechos exclusivos que detentan las empresas titulares de las patentes.
El sistema de patentes fija la exclusividad para la empresa que solicitó ese derecho intelectual por un período variable en cantidad de años –por 20 o más-, inhabilitando a que cualquier otro laboratorio, aun teniendo condiciones, pueda hacerlo. En síntesis, se genera una situación de oligopolio en la producción de vacunas, pero también de derechos intelectuales sobre otros dispositivos y medicamentos que sirven para enfrentar la pandemia de Covid.
Estas empresas van a la busca de esas patentes, es decir, se especula con la ganancia de ellas como si fueran un modelo de zapatillas o cualquier otra mercancía. Esto va en detrimento de la salud de las personas y quita de plano la noción de una vacuna como un bien común, dado que esta pasa a estar sujeta a las reglas del mercado.
¿Por qué liberar las patentes?
Asumiendo que esta transformación en los sistemas de salud del mundo fue una lisa y llana mercantilización de la misma, vale preguntarnos si aun en un contexto de pandemia puede seguir sosteniéndose. ¿Acaso la lógica del capitalismo no puede ser suspendida ni aun en una pandemia de estas características, que castiga a toda la población mundial y aprieta de forma desigual a países centrales y periféricos?
Paradójicamente esta pulseada contra la imposición de las patentes no se da en la Organización Mundial de la Salud (OMS) sino en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y es allí donde se impulsó una iniciativa, liderada por India y Sudáfrica, que exige la exención de la propiedad intelectual de las vacunas durante la pandemia, es decir una liberación de las patentes. Esta iniciativa cuenta con el patrocinio de 58 países (entre los que destaca Bolivia) y el apoyo de más de 100, incluyendo a Argentina, se conforma así un bloque dispuesto dar esta batalla en la OMC.
Por otro lado, un conglomerado de países se manifestó en contra de la liberación, entre los que se encuentra la Unión Europea, Japón, Canadá – en su mayoría con sede de las farmacéuticas que concentran las patentes-, pero localmente lo hizo también Brasil.
Un dato por demás alentador, es el reciente pronunciamiento del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a favor de la liberación de patentes, que podría ser seguida por otros países y que equilibraría la desigual pelea contra las multinacionales farmacéuticas que lucran con los derechos intelectuales en materia de salud.
Quienes niegan la posibilidad de liberar las patentes y las producciones locales de vacunas señalan la incapacidad de que estas puedan ser producidas en países que consideran “sin desarrollo”, condiciones ni recursos para alcanzar esos fines. Varios son los ejemplos que dan por tierra esas afirmaciones que vuelven a condenar a países como los nuestros: la producción que está llevando a cabo Cuba -con la elaboración de cinco vacunas que se encuentran en distintas fases de desarrollo- o la inminente producción de Sputnik V en el laboratorio Richmond, un laboratorio privado de nuestro país.
Sin dudas el cuestionamiento sobre las patentes no es una discusión técnica, sino profundamente política y su liberación choca de frente con la desigualdad que el actual sistema impone entre países centrales y periféricos.
La liberación de las patentes podría significar procesos de cooperación internacional y transferencia tecnológica y de aprendizajes mutuos que podrían dar excelentes resultados, entre los que se incluiría la baja de precios de las vacunas. Ya no sólo con laboratorios privados, sino también con los públicos, en donde Argentina tiene una extensa trayectoria.
Es menester pensar que la liberación de patentes interpela directamente a los países de la región sobre sus políticas de financiamiento a la ciencia, dado que el segundo paso debiera ser incrementar soberanía en la producción de vacunas y medicamentos que sólo es posible con políticas que promuevan y sostengan del desarrollo científico y tecnológico.
Por último, ¿podemos lograr la liberación o suspensión de las patentes? La disputa por la liberación de las patentes se da en el nivel global, el escenario para dar esa batalla es la OMC a través de dirigentes de distintos Estados, pero requiere de la intervención y movilización de todes. De científicxs, médicxs, especialistas, pero también y, sobre todo, de los pueblos que defendemos la salud como derecho. De sus organizaciones, sindicatos, de los movimientos y personalidades que consideran que solo universalizando los medicamentos para paliar el Covid podremos salir de esta situación tan dolorosa.
Es necesario poner la vida y el cuidado de esta en el centro. Recordar que no se sale solo de esta pandemia, que nadie estará a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo.
* Esta columna es escrita por LIBERACIÓN – Corriente de Universidad, Ciencia y Tecnología- que nuclea a trabajadorxs del sistema científico-tecnológico, estudiantes, no docentes y docentes universitaries de distintos puntos del país. Trabajamos en pos de una ciencia y universidad soberanas, con protagonismo popular y que sean estas herramientas para construir una sociedad más justa e igualitaria.