Durante años se pensó que el hijo de Marcos Osatinsky y Sara Solarz había sido ultimado en una casa de La Serranita. Un ex conscripto rememora aquel operativo.

EXCLUSIVO – TERRORISMO DE ESTADO

El 25 de marzo de 1976, Mario Andrés Osatinsky (19) y otros tres militantes de la organización Montoneros habitaban una casa operativa en La Serranita, en el valle de Paravachasca. Siete meses antes, bajo el gobierno de María Estela Martínez de Perón, el terrorismo de Estado había asesinado a Marcos (41), su padre, fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR); tres meses más tarde el mismo terrorismo, ahora bajo la forma de golpe de Estado, segaría la vida de su hermano José (15); y un año y dos meses faltaban para que los marinos de la Esma apresaran en Buenos Aires a su madre, Sara Solarz, que murió este lunes 23 en Suiza. A metros del río Anisacate, con el golpe de Estado recién inaugurado, el joven Mario no podía saber hasta qué punto su familia sería perseguida y diezmada por el terror estatal que legó al país 30 mil desaparecidos y huellas que perduran hasta hoy.

Durante décadas -y así figura todavía en innumerable bibliografía y registros sobre el hecho- se dio por probado que Mario y sus compañeros fueron asesinados por el Ejército en aquella casa cercana al balneario municipal de La Serranita; en 2003, hasta una resolución de la ex jueza federal Cristina Garzón de Lascano situó al crimen en ese punto del Valle de Paravachasca.

Pero el velo de lo que pasó aquel día comenzó a correrse en los últimos años. La propia Sara Solarz, testigo en la megacausa La Perla-La Ribera, contó ante los jueces que el represor Héctor Vergez le relató que a Mario “lo rodearon con tres amigos en una casa en La Serranita. Que con megáfonos les dijeron que salieran. Ellos escaparon por detrás. Uno de los muchachos conocía muy bien la zona y huyeron por el monte. Pero en la madrugada, cuando subieron a la ruta cerca de Alta Gracia, como todos los caminos estaban tomados por los militares, los estaban esperando y los acribillaron”.

Casi en simultáneo al testimonio de la madre de la víctima, un ex conscripto que intervino en el operativo reveló detalles ante la Fiscalía Federal Nº3. “Cuando le dice a Graciela Filoñiuk que entró a la casa y no había nadie, la cara de la fiscal se transformó” cuenta hoy el periodista y militante de Derechos Humanos Sergio Bailone, que presenció aquella declaración testimonial.

El GA 141

Entre las varias guarniciones dependientes del Tercer Cuerpo se encontraba el Grupo de Artillería 141 José de la Quintana, ubicado a un puñado de kilómetros de La Serranita. El cuartel fue fundado en los primeros 60, reprimió el Cordobazo, participó en el Operativo Independencia y durante la dictadura fue cabecera de la subárea 3117, que comprendía los departamentos Ischilín, Cruz del Eje, Punilla, Colón, Totoral, San Alberto, San Javier, Calamuchita y Santa María. En el marco del plan de acción político y represivo del Ejército, el 141 envió a oficiales a cumplir tareas civiles en distintos entes de gobierno y también utilizó a los colimbas para desplegar un vasto control territorial, que incluía operaciones de inteligencia, retenes y operativos irregulares; uno de ellos fue el que llevó  a sus soldados a la casa operativa de La Serranita.

Muy probablemente haya sido una de las tantas operaciones diseñadas en la oficina de Inteligencia que funcionaba en la Mayoría de la guarnición. El jefe de esa área represiva -e integrante de la plana mayor del cuartel- desde 1975 hasta abril de 1976 fue Francisco Rodolfo Novotny, compañero de promoción del ex oficial Carlos Meira, quien afronta una acusación en el juicio que por estos días se tramita en los tribunales federales de Córdoba. Novotny, a su vez, está procesado por el juez Daniel Rafecas, ya que ex detenidos ilegales en la comisaria de Ramos Mejía lo señalan como cara visible en el destacamento policial del Grupo de Artillería 1 de Ciudadela, su destino cuando abandonó La Quintana.
Lo concreto es que fue Carlos Agustín Vera, un ex conscripto de la clase 54 que también denunció la existencia de cautivos ilegales en la Enfermería del predio quintanero, quien corrió el velo de lo ocurrido aquel día en el balneario serrano.

“Nos habían dicho que eran Montoneros y que había que reventarlos”

La Serranita, una localidad donde predominan las casas de veraneo y de exigua población estable aún hoy, vivió el 25 de marzo de 1976 un festival de explosiones. El feroz enfrentamiento incluyó infinidad de disparos de distintos calibre y hasta granadas, y cesó sólo cuando los dos bandos represivos que actuaron en el hecho se dieron cuenta de que se estaban disparando entre ellos y que en la casa no había, ni por lejos, militantes revolucionarios.

Vera lo cuenta así: “Nosotros creíamos que nos tiraban de adentro, y viceversa. Hasta que del otro lado se comunican que los que están tirando eran de los servicios, que habían llegado en Falcon antes que nosotros. Nos habíamos cagado a tiros con los de los servicios de inteligencia que entraban de abajo, por el costado del río, y nosotros que íbamos de frente”.

El ex soldado relata que el ataque ocasionó que “a la casa la hicimos mierda, le tiramos con todo. Y los otros huevones empezaron a gritar y a tirar granadas para este lado”. Y completa: “Cuando se frena el tiroteo yo ingresé, y cuando entramos se ve que habían estado tomando mate y había mate caliente y criollitos o pan francés, no me acuerdo, sobre la mesa”. La vivienda estaba vacía, y sólo por azar no hubo muertos gracias al “fuego amigo”, algo que fue bastante frecuente durante el terrorismo de Estado.

Asesinados en la ruta 5

A los soldados del 141 -recuerda Vera- “nos habían dicho que eran dos parejitas de Montoneros y que había que reventarlos”. Aquel día los cuatro militantes eludieron el cerco represivo escapando a monte traviesa, pero horas después fueron asesinados sobre la ruta 5, cerca de Alta Gracia.

Ya de regreso en el 141, la pantomima continuaría. “En razón de ese hecho viene Menéndez al cuartel y en la plaza de armas nos hace una arenga de felicitación, nos dijo que combatimos bravamente. Estaban todos los medios”, señala el ex conscripto, y recuerda que días más tarde, “cuando me dan de baja veo en el diario que a la entrada de Alta Gracia detienen a dos parejas de subversivos. Había un Rastrojero, creo que eran ellos”.

Mario Osatinsky, su pareja Rosa Ocampo (24) y otros dos militantes no fueron asesinados en La Serranita sino cerca de Alta Gracia. En julio de 2003, los restos del joven fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en una fosa común del cementerio de San Vicente. Aquella vez, la organización HIJOS Córdoba destacó que Osatinsky “es el primer desaparecido que ha sido identificado en el marco de las exhumaciones de Córdoba” y subrayó que “lo que aparece con Mario no es sólo su cuerpo; aparece, además, una identidad, una historia por muchos años negada, su historia, su nombre, su vida”.

Una historia tan ocultada como la de aquel operativo fallido contra la casa operativa de La Serranita.