Para Alberto que está filmando las Taperas

«Y muere como un tigre el sol eterno”. La metáfora de L.L. me inspira para filmar un ocaso encendido en la laguna Mar Chiquita que merezca ese título. Esta idea ocupa asiduamente mi pensamiento y quiero concretarla, el lugar exacto ya lo elegí, solo debo estar allí en el momento justo que disponga la naturaleza. Pero ahora amanece y desde el salitroso camino de ingreso veo el galpón custodiado por longevos quebrachos blancos que dejan filtrar una tenue luz. En el patio, la silueta de oxidados viejos autos esperan casi sin esperanza otra oportunidad. La saga de la familia más numerosa de Miramar y el entorno del galpón serán la escenografía de partida para mi film de Las Taperas. Una voz me alerta que no estoy solo, es él, que apoyado en un viejo arado me dice: «Fijate en la altura del galpón y las cabriadas de Pino Tea». Me siento en el pescante de un viejo Ford y comenzamos a hablar de los cortaderos de ladrillos, del barro amasado por caballo a la noria y la tarea artesanal para cortar, secar al sol y preparar el horno. Surgió después el tema del hormigón curado por el insustituible proceso de agua contenida por tierra en la superficie aun fresca. Dante Marchetti, Arias Matteo y los empleados municipales son especialistas. Cuando terminan una calle y antes del asado con los vecinos, llenan de agua las cuadriculas de tierra, ese proceso de curado es el único que garantiza larga vida, el agua adquiere un color amarillo, la tierra convertida en barro y después de un tiempo la remoción, la limpieza, habilitación y la alegría de saber que el pueblo tiene una nueva calle pavimentada. Lo que parecía una conversación sobre técnicas constructivas derivó en una descripción geográfica del entorno de nuestro pueblo y la concesión a Stewar y Compania para realizar los 12 Km de las vías del Ferrocarril Balnearia/Villa Miramar. Sin proponérmelo estaba inmerso dentro de un mundo que confieso me parecía de realismo mágico. Pocas veces intente interrumpirlo para pedirle fechas y señalarle sobre personas y lugares que ya no existen; mis observaciones no las registraba y siempre me respondía que solo una prolija lectura de las fotos, el estudio de los documentos y la realidad son los elementos para contrarrestar a la traicionera memoria que nos miente para ayudarnos a contar y complacer. Matizaba su relato describiendo a las personas y su rol en la vida comunitaria. Con el paso del tiempo me dijo que hay una regla de honor que se debe respetar sobre quien ya no puede defenderse: rescatar su luz, sus huellas y minimizar sus sombras. Insistió en calificar a la de nuestro pueblo como una sociedad casi matriarcal con mujeres que dejan improntas y marcan pautas. Tendría que haberlo filmado y grabado y me arrepiento de no haberlo hecho para poder dejar testimonio de su obstinación para afirmar con énfasis “TODO ESTA AHI”. No pretendo yo transcribir cada frase o cada relato, menciono y transcribo solo algunas expresiones a partir de las cuales él me dijo: son solo el enunciado de profundas historias de vida. Si bien no comparto esa continua utilización del tiempo presente “Todo está ahí para comprobarlo”… debo admitir que la larga conversación me provocó estímulos a pesar de nuestras irreconciliables diferencias de criterio. Creo que después de Las Taperas vendrán otros proyectos…

Algunas de las frases que mi memoria registró:
Nicolino Loche el Intocable tiene el Torino abajo del cartel de la YPF. Hace mucho calor, esta con dos amigos tomando algo en lo de Bima.
El circo que esta ahora es de Ganni Polastrini.
Los Covici tienen la fábrica en la esquina de la calle paralela a la Yrigoyen cerca del chalet de Strauss.
Llegan los marineros del Almirante Graff Spee a Miramar.
Los piamonteses cantan en los bares Bossello. Obrero. Bima. Los quieren echar porque molestan.
Sampò abre la carnicería al lado de Cardo en frente del Tolo Scarampo y este verano inaugura la parrillada en la esquina.
La Shell es de Chiaudero y su estilo arquitectónico un verdadero hito, creo que Pablo Freudemberg la quiere comprar.
La Licha, Fany, Fafy, Mario son de apellido Vedelago. En ese Hotel pasa los veranos Don Martin Paz.
El pampero trae el pan de la lomita de los indios.
Gioanin y Tony comienzan a cuerear a las cinco de la mañana.
Roberto F. Breppe confirmó que corre la doble San Francisco/Miramar.
Los Bossio tienen la yerra este fin de semana.
Lino recorre el mundo en barco, ahora está en España.
El parque del Marchetti y la capillita están frente a la iglesia Virgen Del Valle.
Don Saky se cayó del catre adonde dormía arriba del techo de su casa.
Los italianos Ciafaroni y Demichelis vienen desde Rafaela para abrir la Heladería La Gloria.
Los Rubiolo uno el cañoncito y el otro el pintor y retratista de memoria visual.
El Tero deja siempre su impronta antes de la temporada de verano.
Los Pirazzini viven en el chalet lindante con la cancha de Tenis y el parque del Viena.
Alfonso vende el Palo azul a los turistas.

En otros momentos extendía las frases con comentarios.
Por ejemplo:
El Gobernador Zanichelli (UCRI) visita Miramar, recorre nuestra calle de tierra rumbo al mar y detiene su comitiva para saludar a su amigo y colega el Dr Marciano Mieres (UCRP) – este gesto es de fuerte simbolismo político pues se trata de referentes de las dos líneas en las que se divide la UCR.
Tony Shorhen (maestro de mozos, lleva tres platos en el antebrazo izquierdo y uno en la mano derecha, con un porte único), tiene un Citroën y vive con su hermana Anita cerca de la Capilla de Santa Teresita, al lado de Vivas, y también, sobre el mar vive Trigo (juez de paz), la nonna, la Licha Vedelago y sus hijos.
Hermenegildo FUX excelente carpintero tiene la carpintería en la calle del Tavio Pedrotti/ Duarte (esta calle por un lado tapa y por el otro te lleva a la ESSO).
GAMER es la publicidad de gallito Gallo /Merlino y la locutora la trudy Elsene. Vino Vinito Ya Vino vinito Yu vino YAPEYU.
Llegando está el carnaval quebradeño mi cholitai… El monito relojero trabaja con esmero… Es la música que anuncia que está por iniciar la proyección de películas en el cine Miramar de Don Otto Freudemberg siempre serio y con su linterna en la mano. Doña Marta impecable en la boletería. Otitto en la machina de proyección… Hoy dan La Patota con Mirta Legrand y está Prohibida para nosotros.
La Ursula Koenig vive con su mamá en la calle que lleva al mar, pasando por la casa de Delfino, el consultorio de Montalbetti, la casa de la mamá de Rosita y Mirta Ferrari y el almacén de Coggiola.
Los franciscanos croatas son los primeros en comer carne de nutria en el Hogar San Antonio(antes se quemaba pues lo rescatable era la piel). Francisco Sudar escribe de puño y letra los nombres en croata de los Padres. La austeridad en vivir, su indumentaria aun en pleno invierno es sotana y sandalias, visitan a los enfermos, a los pobres, ejercen la solidaridad ocupándose de la contención de chicos. Cuando canta el padre Vidal y la Ivanka Sudar parece que los ángeles se apoderan de la Capilla.
Valero y su esposa cuidan el Viena. La Ana Palkhe se lo agradece y le dice volveré. Venga cuando quiera señora con tal que avise primero. Grande viejo querido de mirada trasparente, único defecto hincha de Boca.
No existe ningún patio de tierra limpio como el de Juancito Venazoni, su mama de negro con pañuelo en la cabeza barre a ritmo sostenido y si le toca a Juancito hacerlo el ritmo es de intensidad vertiginosa, te puede saludar sonriendo y con la mano levantada y veras que la escoba no se detiene ni una fracción de segundo.
El padre de Ernesto comenzó con la palmeras datileras y la piscicultura muy cerca del lugar que lleva su nombre, “rio de Buff” del otro lado del pueblo tiene el chalet estilo suizo con el sótano central y escaleras de madera que conectan los ambientes.
El personal del Hotel Miramar posa para la foto en el ingreso de espaldas al mar y mirando hacia la Capilla de Santa Teresita que está construida al estilo barroco piamontés.
Lo interrumpí para preguntarle adonde exactamente estaban Pozzi, Juancito Venanzoni, Garetto, el Venecia, la Playita de los Pobres y el Hotel de Maine y me contestó «están ahí, si queres te llevo»…
Después me dijo que Dozagarat es vasco y que en lo de la Nela Pivetta, en la escalinata de acceso, está sentado Novarino, que es comunista. Doña Margarita, la mamá del Miguelo, es portera de la escuela Jeronimo Luis de Cabrera.
Cuando quise saber sobre la heladería del Tío Carlos, se le iluminaron los ojos, «es mi amigo, Alicia pinta, su mamá, la hermana de Dante, siempre afectuosa, Ricardito fabrica radios, mañana vamos y podes también verlo al Oso Nilo (si no está en el Mistolar), que se tira desde la columna a la pileta del Internacional. También te llevo a lo de Deantonio y al telar de la Lidia y Ricardo Marchetti, que fue sindicalista en Santiago del Estero y tiene una gran colección de libros. Después vamos a los Tejidos El Nuño al lado del comité de la UCR, a lo de Martin Monesterolo a lo de Cetra … ¿ Sabias», me dijo, «que Doña Lily Witoszek Schulz las madres la llaman» Señora Lily”, expresión de respeto y máximo título honorífico para quien es obstetra recibida en la universidad Nacional de Córdoba, va con Bernabé en moto, ella con pañuelo en la cabeza, las piernas desplazadas lateralmente, una mano aferrada a la cintura de su hijo, en la otra el maletín, él se aferra con sus dos manos en el manubrio, plenamente consciente de que transporta a quien ayuda a dar a luz».
También me contó de la Zoila, siempre a pie, que viene por los salitrosos caminos del Oeste con su bolso, su sonrisa su porte único y una mirada criolla que absorbe lugares y personas.
Le pregunte si creía que éramos un pueblo resilente y me contestó: Es una palabra retorica que no me gusta, me gusta mucho mas la palabra resistencia, la de Don Reyna, su jardinera y su numerosa familia, que pese a las seductoras y continuas ofertas, siempre respondió a los Phalke «El terreno no está en venta». Me dijo que en el plano de Catastro se ve una manchita de tierra entre las cocheras y el arroyo que también es del Viena pero esa manchita de tierra nunca la pudieron incorporar a sus dominios, «eso se llama resistir de pie ante los poderosos», me dijo entusiasmado.
Las cinco esquinas están cerca de aquí, alcance a mencionarle, y me respondió:
«Miramar tiene varias convergencias de cinco esquinas, esta de la zona rural y en pleno centro, las del Club Atlético y la de la Shell. La de referencia siempre fue adonde está el salón de bailes y fiestas en frente del gallego Avinzano, los Scienza, y ahora Gonella, el camino lleva a las Vacas Blancas esta prospera colonia tiene el récord nacional de rinde de trigo por Ha de la República Argentina, cuando aún el glifosato y el monocultivo no habían envenenado la tierra y arrasado monte autóctono, en frente de ella pasa la ruta Provincial N° 3, que por otros intereses la desviaron a través de Balnearia a Altos de Chipion.»
Ya estaba avanzando la mañana y me parecía que el inicio de mi proyecto debía esperar. Desde el chalet de Boero en el Este comenzó a describirme el entorno, los árboles, los olores y las características de cada uno de los lugares existentes, me parecía que hasta conversaba con cada vecino en la puerta de su casa y no se detuvo hasta llegar al extremo Oeste a la Colonia de Vacaciones de la Municipalidad de San Francisco, adonde la remató diciéndome que ahora se llama Evita, pero que su origen era obra de Amadeo Sabattini y que para la inauguración vino en persona Santiago H. del Castillo.
Confieso que el extenuante recorrido me alteró los planes, me abrumó, me perdí, no pude seguirlo, mencionó a tantas personas y lugares, que a mí me parecía solo existían en su imaginación.
Me dijo que uno de los marineros del buque acorazado que hundió su Capitán en frente de Uruguay aún vive en Miramar, y que los pasajeros del Hotel Alemán antes de regresar encargan miel de sus colmenares y el pan integral que en base a receta alemana el Aldo Smutt llevó a la excelencia, rectangular de aroma y consistencia inconfundible.
Me habló de Hruscka de la cría de nutrias en jaula,  del Obispo de San Francisco junto a Domingo Cerutti visitando los primeros criaderos, de la zafra histórica de pieles, de la Pilco y los Olivares.
Me describió a un tal Manolito Sandrin (hermano de Virginio), estudiante de Ciencias Políticas en la Sorbona, que vive en el monte, también ahí junto a él una mujer espectral y ciega de blancos cabellos que se desplaza de la casa a un surgente de agua, lo hace erguida, con pasos seguros, serenos y levitantes. Cada vez que Manolito viene al pueblo en sulky comprobábamos su elegancia parisina: saco marrón oscuro, camisa blanca y un sombrero que le da una estampa impactante, al igual que sus cejas albinas y sus anteojos doctorales (No tengo elementos para confirmar que esta historia sea verídica, pero confieso que me inspira una película).
Quise interrumpirlo para que me diera más detalles, pero ya estaba diciéndome que este era el único pueblo de Córdoba que nació albergando más de quince nacionalidades diversas entre criollos y amerindios, me habló de Pronello que tiene aquí el almacén y su hijo diseñador de autos de carreras.
Me habló de Fassina Bony, Eduardo Cavigliaso y Matteo Collina, difícil que alguien los supere en piropo musical, solo una vez en la vida homenajeamos a dos de ellos, nunca a Matteo.
Me contó de Froilán Varela, director de teatro de renombre, que formó un grupo de comedia filodramática con actores de y en Miramar. Le mencioné que existe ahora un grupo que hace teatro y me contestó que no solo de pan vive el hombre, el director es sobrino del Quique y nieto de Don Santiago, le sobra capacidad y material humano, tiene que animarse a dar el salto, puede generar otros estímulos y provocar también otras emociones que se anime al enemigo del pueblo de Enrik Ibsen, si lo ves decile…
Me contó de la fábrica de cordones de Don Martin Hum, que también cría faisanes.
El Luisito finalmente es Director del Hospital Aeronáutico en Córdoba. Siempre aquí en el pueblo el mejor alumno, el mejor compañero elegido por sus pares, el medico cardiólogo brillante tiene la casa en frente del almacén de Coggiola.
Me contó que a El Calo Albertinazzi lo entrena Di Stefano que dice es una de las promesas de Boca.
Me habló del flaco Fontana y su estilo muy parecido a Zidane, me contó del Chacho Toranzo, del Nonno Schlemmer, de Gallardo, del Delmo Demicheli, que terminaba los partidos lleno de barro, dejando el alma en cada encuentro, y me armó después un equipo con jugadores de todas las épocas.
Me contó de la Escuela Nacional y de los pasillos de madera paraguaya para inspeccionar el techo, me habló del profesional que dirigió la obra y del capataz Omar Giraudo, de quien resaltó su capacidad para leer planos de obra y ejecutar los trabajos, no encontraras una sola grieta estructural, ni allí ni en la capilla San Antonio. Me habló de la fiesta de los 50 años y del homenaje al ex Director Focaccia y su emoción al recibir un pergamino de Barcellini. La escuela de punta en blanco con el patio lleno de gente y los juegos para niños en perfecto funcionamiento. Le comente que habían robado la placa de bronce conmemorativa «Hay que reponerla», me contestó. Mejor no le digo que a la escuela la saquearon integra, le sacaron parte del techo para robar todos los pasillos de inspección de madera de gran espesor traídas por el constructor desde Paraguay en tren hasta Balnearia y de ahí en camión hasta la obra, ni desde la zona rural ni desde el pueblo nos movilizamos para evitar el saqueo salvaje. No es la nostalgia sino el compromiso social el que genera estímulos para la preservación de auténticos hitos, esto no me lo dijo él, lo pienso yo desde la conciencia de saber que no hicimos lo suficiente.
Me contó de la clínica naturista. Del libro del Ayuno de Aventin que recorre el mundo.
La cantidad de cuadras de la Yrigoyen originó una inútil discusión, le mencioné que era difícil imaginar que ahora solo le queda una cuadra y que al pueblo le cambiaron el nombre, se enojó muchísimo, rechazó la afirmación y me reprochó que yo tenía dificultades para aceptar la realidad, «se ve que caminas poco. Además el pasodoble solo habla de Noches de Miramar. A nadie con raíces aquí se le ocurrirá ni siquiera pensar en proponer semejante disparate e ignorar a varias generaciones de miramarenses quitándoles identidad y pertenencia y si a alguno se le ocurre se debe resistir como Don Reyna con su terreno». Con respecto a la calle, insistió en que jamás dejó de tener cuatro cuadras, la costanera y el puente, que también le pertenece porque nosotros (los de la calle), hemos incorporado este último tramo que se funde en “la mar”.
Comencé a pensar que ya no tenía sentido polemizar, solo intente decirle que confundía los tiempos, mezclaba las épocas, narraba en presente hechos del pasado, nombraba personas que ya no están y las reincorporaba a la vida del pueblo como si estuviesen aquí caminando con nosotros.
Me respondió que encasillar los recuerdos y las realidades solo en el pasado era una decisión que él no compartía, máxime cuando todo está ahí para comprobar su vigencia. Quise preguntarle casi exasperado Pero ¿ahí adonde?
Decidí no insistir más, solo le dije que pensara bien, que no vale la pena escribir, nadie lee nada y los pocos que lo hacen interpretan como quieren el texto. Creo que no me escucho, me dijo que su relato parcial e incompleto era solo de la calle Yrigoyen.
Le pregunté si había visto el documental de Sucesos Argentinos “Playas Tierra Adentro“ en blanco y negro que dicen es el primer film en la historia de Miramar. Negó la afirmación me dijo que estaba totalmente equivocado, la primer filmación es la Inauguración del Hotel Viena me dijo tajante y todos los comentarios sobre Playas Tierra Adentro no tienen base cierta pues el equipo de filmación de Noticias Argentinas dejo de puño y letra un escrito en el libro del Hotel Alemán, además nadie identificó ni el lugar de filmación ni las personas que se ven en el film y solo una vecina realizó un comentario inteligente analizando el tipo de mallas que endosan los protagonistas».
También le pregunté si leyó Memorias del Pasado de Devallis y me respondió que su relato, si bien tiene eje en el ámbito contenedor de la actividad hotelera de su familia, es conmovedor, narra hasta los olores de la cocina de su infancia, pero también rescata algunas costumbres, personajes y matices de la vida comunitaria del pueblo en su romance con la laguna.
Después de un tiempo para pensar y decidir qué hacer con su relato lo difundo ahora, tal como él lo escribió. Me libero del compromiso asumido aun sabiendo que para muchos será solo un largo encuentro de letras, palabras y frases. Ahora pongo las energías en continuar con mi proyecto de Las Taperas y filmar la puesta de sol.

El relato

«Ahí donde la tarde se roza con la llanura el vuelo de flamencos ya había quemado el horizonte de bañados». La tierra comenzaba a tapar al sol que se despedía pintando “la mar” y el cielo con colores difusos y fascinantes.
En la noche de ese verano las estrellas de plata se dejaban iluminar por la luna y cuando el silencio parecía que se apoderaba de todo, irrumpió la elegante Casablanca Jazz con sus instrumentos dorados en la Pista Universal repleta de gente. Todos comentaban que el Chocho quería traer a unos uruguayos muy buenos al Marina. Esa misma temporada la Jazz Arias de Devoto en una noche memorable llenó la Choperia Los Amigos, la obligatoria Orquesta Típica había estado a la altura y algunos se animaron también al tango, la gringa Oberto cantó por primera vez en público y, como siempre ocurre, no fue profeta en su tierra, lo que no le impidió deslumbrar en otros lugares lejanos.
El baile duró hasta las 5 de la mañana, la brisa salada y húmeda del leve viento Norte potenciaba el calor pegajoso, el martilleo continuo de las langostas en la tela mosquitera tomaba la posta para reemplazar los sonidos extinguidos de la Orquesta. Con las primeras luces del día desde la ventana se podía ver la calle alfombrada de catangas, uriburus, cascarudos, langostas, mosquitos.
Franco y Castellino habían cambiado la farola frente al Hotel España y su luz mortecina se confundía con el incipiente amanecer. Me levanté y en el aparador de la cocina, al lado de una revista de recetas, estaba la carpeta con el clip que la había oxidado aprisionando recortes de diarios amarillos. Leí solo los títulos, mencionaban a un pueblo, que había desaparecido, que recuperaba ahora su romance con el horizonte, que redescubría las puestas de sol y que sepultaba los fantasmas de su pasado. Los diarios mostraban fotos de personas que demolían ruinas con masas y las declaraciones de algún vecino nostálgico que decía “muere para siempre una época”. Por más que leí varias veces los títulos, no alcanzaba a entender de qué muerte se hablaba, ni tampoco entendía el relato de tragedia irreparable.
Salgo con mi bicicleta oxidada, sin frenos, sin guardabarros, el que no tiene la bici así y no sabe frenar metiendo el pie entre la horquilla y la rueda no es de aquí, La Mirta y la Negra comentan que las parrilladas estaban llenas de gente y que el baile había sido un éxito y que la Marta Libra se postula para Miss Cordoba. Pablo Giraudo (Tío Pablo), se va a trabajar, veo su silueta de espaldas, lleva dos baldes con herramientas. La última vez que con el Miguel lo vimos comprobamos que es zurdo, que silba mientras con movimientos precisos coloca ladrillos a una velocidad increíble, utilizaba una cuchara enorme «fíjate como corta los cuarterones, mira la técnica de construcción, con la zurda pone la mezcla, con la derecha coloca el ladrillo, ligero movimiento tac tac con el mango de la cuchara, limpia los excesos laterales descargándolo en la junta y en la base del otro ladrillo». Nos quedamos un largo rato mirando la escena y nunca dejó de silbar, parecía un hornero.
Don Matteo Milo, italiano de Trieste, con su hoja de menta en la oreja, escuchó sorprendido mi pregunta y solo recibí como respuesta una advertencia, me dijo que tenga cuidado porque tenía una goma casi en llanta. El tanque regador aún no había pasado y se podía andar bien en la Yrigoyen, ese mundo de cuatro cuadras de tierra salitrosa que te lleva al mar inmenso y ahí está desde siempre, en la retaguardia como atalaya, la casona de Merlino con ladrillo visto al estilo barroco piamontés, exactamente en la confluencia de Rivadavia en diagonal a la esquina de Colman. Con su Bianchi negra el Tío Bautista lleva en el portaequipaje unos manojos de achicoria recién cortada, luce el cinturón de cuero gastado por encima del pasadizo del pantalón y en las botamangas broches de madera lo protegen de la cadena. Se cruza con Broda, que también en bicicleta con una cartera de cuero en el manubrio parte para cobrar la boleta de la luz, pasa Cravero con su chata. Tengo que inflar las gomas , la bicicletería de Chiotasso está cerrada y el Tito Toldo solo atiende después del trabajo en la fábrica de fulminantes, no lo veo al pelusa Genaro ni al huevo Mazola. Santiago Giraudo y el Toto salen en una Chevrolet cargada con tablones de maderas y lo saludan a Maximo Haas y a Castellino, el papá de la Olga que esta por subirse a un jeep.
Entra ahora una chata tirada por caballo en lo de Barcellini.
En la casa de Alamon la puerta está abierta y puedo ver la moto con sidecar, me quedo un rato allí pues se comenta que el prototipo ya lo tiene, solo le faltan los motores italianos que Don Domingo Cerutti le prometió traer de Italia para ensamblar la bicicleta, será la primera motorizada del pueblo. Trivelli entra a su casa con una gigantesca hoja de sierra de carpintero, todos dicen que es el único capaz de afilarla y dejarla como nueva.
El piano de Lucrecia inunda de sonido la calle que recién despierta, la farmacia aún está cerrada, Yolindo dedicara su tiempo a pintar nubes negras sobre la laguna, a leer o estudiar. La última vez que lo vi me mostró una cartulina negra con un dibujo de una bailarina en color blanco, «lo hice», me dijo, «solo para mostrarle a Desire que el lápiz blanco también sirve». Buen tipo este Yolindo, lastima no encontrarlo, seguro él sabe algo de ese pueblo que desapareció.
Provera con su chata se dispone a repartir la soda, el caballo reconoce el recorrido y parece que va solo.
El Atilio Gioino sale con su moto y de lejos lo veo al Mincho Alberione que entra en el almacén no sin antes hacerle una broma a Federico que suelta una carcajada y continua andando con las dos manos entrelazadas atrás, su característico balanceo hacia adelante y su inconfundible silbido.
Me acerco para preguntarle al Mincho sobre el pueblo desaparecido y al verme me dice en italiano «Hanno amazzato tutte le colombe i peronistas»… y se larga a reír… Se abrió la Unidad Básica en frente de la casa de Domingo Cerutti y desaparecieron las palomas que anidaban en las palmeras.
La abuela de la Kely, del Miguel, de la Martita y del Pino entra a su casa con una maceta no sin antes levantar la vista y sonreírme.
No está la motoneta Siambretta de Bonacci estacionada en la vereda frente a su peluquería de mujeres, Don Ceratto con su esposa me saludan y también Rodríguez, el jefe de Correo pero no me da tiempo de preguntarle ni por el pueblo desaparecido ni por el Antonio pues se pone a conversar con Cavalin el peluquero y también Corrado, el papá de la Teresita.
Ya abrió Bresso, hay varios sulkis en frente y en uno de ellos los mellizos Bersano esperan a su padre, me paro a charlar un rato, se siente el olor de pan de Las Delicias me acerco y desde la vidriera lo veo a Milanesio de blanco con una torta de hojaldre recién elaborada, la gallega Balaguer habla animadamente con los clientes, no llego a la carasucia, la carnicería ahora es de Batan y en frente está el Di Tella de Chiavarini.
Ayer en la esquina del Marina se habló del glorioso Miramar campeón y se discutió sobre si el Tino Lopez había sido el mejor wing pegado a la raya que tuvo el Club Atlético, uno dijo no era bueno para cabecear y otro le respondió para que quiere saber cabecear un wing, otro preguntó si Delfino, el papá del Luisito había jugado en Newels o Rosario Central. Apoyo el pedal de la bici en el cordón y veo que Doña Carola charla en la vereda con Doña Levrino. Don Miranda camina hacia la esquina del bar lo saluda a Juarez en bicicleta que va de uniforme a la Comisaría. En la estación de servicio Don Manuel Martinez, el papá de Arnoldo, termina de cargar nafta y sale en su Pick up Chevrolet verde, endosa, como siempre su boina negra.
Me hago el que no lo veo al China Cardo, que insiste en que su bolón, del tamaño de una pelota de Tenis, es reglamentario, ya dijimos con el Carlitos Scienza que no arriesgamos ni una sola bolita de nuestra colección.
Pasa el rusito Haas en una bici negra con una luz central en la base del manubrio, es la bici oficial del Correo lleva una gran cartera de cuero con correspondencia, y en la esquina se cruza con el papá de Wilfrido Pedrotti que camina con un bastón y mantiene su porte de comisario de pueblo y su tradicional “e compagnia bella”, el Robert viene a su encuentro y en la puerta de su casa la mamá y doña Cascan sonríen, pasa en bicicleta Don Trucco el papá de la Pocha y lo veo a Orgnero que viene caminando con la pipa se dirige a la YPF intento acercarme para preguntarle pero parece que nadie tenía tiempo hoy para explicarme lo del pueblo desaparecido.
En lo de Magliano hay mucha actividad, Felix está muy ocupado con un Ford que tiene el capot levantado, cuando está serio y no saluda mejor ni intentar preguntarle algo, cuando te sonríe y te mira ya todos sabemos que uno se puede acercar y hasta se le puede hablar, pero hoy no es el día indicado. Mas tarde en la parte lateral Doña Elvira le dará la mamadera envuelta en un repasador a Rabanito.
En lo de Zafalon no está el taxi, la mamá de la Katy del Tonito y del gringo barre la vereda, el bar de Bima está abriendo, alguien lustró la placa de bronce del Instituto Geográfico Militar. Ahí viene Rossi con la jardinera repartiendo leche, Barber está controlando el contador de la luz, la librería Los Paraísos está cerrada, en la Asociación Hotelera se ve que hubo reunión porque están todas las ventanas abiertas y alguien está limpiando. En la panadería de Smutt hay mucho movimiento, el olor del pan recién salido del horno a leña, que los Castillo alimentan desde muy temprano, se entremezcla con el aroma inconfundible de los bizcochitos salados, el pan cañón, el pan de leche y las medialunas que a mí me parecen las mejores del mundo, pero ¿de qué mundo hablo si lo más lejos que llegue es hasta Balnearia, Vacas Blancas, Lomita de los Indios, la casa del Pampero y el río de Buff?
Lo veo salir al Poroto y al Aldo vestidos de blanco, se acerca mucha gente, me parece raro porque no es la hora de las típicas tertulias en el muro de la ventana, ni tampoco la hora en que los hoteleros buscan el pan con sus bolsas blancas de lino, lo veo al Padre Vidal, me acerco y lo escucho decir apesadumbrado «Murió el Buby». Todos comentan consternados la noticia, se acerca Felix con el mameluco y las manos engrasadas, me parece que tiene los ojos húmedos, una señora dice eran como hermanos y otra comenta tenía treinta y dos años, yo tardo en comprender que se trata de un anciano que vive en la otra punta del pueblo, cerca del Hogar San Antonio. Se acerca un alemán que se llama Enrique y todos lo rodean para preguntarle. Es la primera vez que en la Yrigoyen escucho hablar de ausencias. Desde su casa me saluda la Chola Oliva y lo veo salir a Juan Pautaso de la Unión telefónica, ya está José Bima con los auriculares puestos «Miramar hablaron hablaron»… el próximo turno es el de la Chiche y mañana a la mañana seguro estará Polo que es como yo hincha de River.
Del campo vinieron a buscar al Dr. Mieres, que sale con su maletín y sube a un sulky, justo que iba para allá para pedirle unos secantes y que me contara algo del pueblo desaparecido.
La Tía Fina saca su motoneta a la vereda para buscar a Marta Ryser, dan clases también en Balnearia me dice que ahora están de vacaciones pero siempre las maestras tenemos actividad docente, me recordó que hoy la abueli hacia las empanadas santiagueñas y que no siempre los diarios dicen la verdad a veces los grandes tenemos dificultad en entender las noticias, ustedes no tienen que creer todo lo que leen tienen que pensar y analizar con su propio criterio. Doña Albina me dice que va a la peluquería de la Tersila, me pregunta cuando quiero comer los gunfiunes, todos dicen que su hijo el Quincho es un bochofilo fuera de serie, yo lo veo como un maestro en el arte de desarmar un Rastrojero nuevo chata de madera y dejarlo original cien por cien, eso sí con las puertas que cierran como un Mercedes Benz, con la carrocería y los elásticos silenciosos, con el barro y la sal que no se atreven a oxidarlo, el mejor que he conocido en el arte de llevar a la excelencia el original sin alterar la originalidad.
En la esquina de Sanchez está todo cerrado, no los veo ni a Maria ni Don Luis ni José ni Benito y de pronto se abre la puerta y sale Doña Dimitila, camina con las manos entrelazadas y a pasos enérgicos, seguro va a la panadería, atrás de ella Felipa corre para alcanzar a su madre. La Josefa Merlino, la esposa del gringo Torres, llegará a la tarde impecable con su delantal blanco almidonado para atender la cena en el Hotel España y en frente en lo de Lopez el Chiquito Gijon y el Coco darán su show al entrar a servir las mesas moviendo con la nuez sus respectivos moños ante el delirio feliz y relajado de los comensales.
Doglioli está cerrado, el quiosco de Marzi también y el Luisito Rositano parado en la esquina me responde que no sabe nada de ese pueblo desaparecido y me pregunta si quiero verla. Dejo la bici tirada y como un rayo voy, el Pancho sale peinado a lo Gardel y en la trastienda esta la carabela en escala real construida por su padre todo madera tela sogas, solo le falta navegar. «Ni se les ocurra tocarla», grita la Pina, Elvira sonríe cálida y contenedora, de milagro el tanque regador no me aplastó la bici, dejó la calle echa un barrial, ni pensar en ir hasta el cine de Don Otto para ver la cartelera, ni a lo de Decanini para ver desde la vidriera a los orfebres trabajando joyas o algún cuadro de Lina Covici.
Tampoco puedo llegar al Múnich, ni al almacén de Pablo Freudemberg, ni al Savoy, ni a la Usina de Reuteman para ver las barras de hielo que salen envueltas en arpillera.
Pasa el papá del Gino Chiavazza junto a Rina y la Gladis Fioramonti, me saludan muy afectuosos pero no me dan tiempo de preguntarles sobre el pueblo que desapareció.
Desde la esquina lo veo a Don Hector Salvetti y Danilovich que conversan con el papá del Hugo Gerlero y se incorpora Maritano.
Pasa el hijo de la Sara Danilovich con una bicicleta negra a toda velocidad por la vereda.
Me paro a charlar un rato con la Tía Delia y desde adentro sonriente Genoveffa, la mamá del gallego, me pregunta que hago tan temprano, «pregúntale al Tino», me dicen. Voy y estaba tallando la culata de una escopeta con un pedazo de tronco de naranjo, tampoco sabía nada de esa historia del pueblo que desapareció y me explicó el porqué de esa madera y la técnica que utilizaba, «si quieres mañana le podes preguntar a Livio o a Don Pablo o al Bayo.
La mamá del flaco Doglioli, hermana melliza de la mamá del Beto Giraudo, me dice que el Jorge está durmiendo y que el sábado viene el Angel que está en la aeronáutica y a lo mejor él sabe algo.
Como era previsible, la bicicleta en llanta me impide continuar andando, levanto la vista y lo veo venir caminando a Don Juan Schlemmer, con pasos cortos y su bastón, lo saludo y le pregunto «dígame, ¿Ud. sabe algo del pueblo que desapareció?». «Sííí, claro», me contesta, «solo que estás equivocado, el pueblo no desapareció, sino que antes pertenecía a Austria y ahora es italiano, Waldemar nació allí, era parte del imperio austro húngaro y después de la guerra perdida, como compensación a Italia por los 600.000 muertos que aportó, en la contienda le entregaron todo ese territorio austriaco, incluido nuestro pueblo». No sé porque esta historia apasionante no la podía asociar con los recortes del diario. Don Juan me contó que él y el Walde eran austriacos y que los soldados del imperio tenían como una especie de cartuchera de primeros auxilios y entre las cosas que contenía había una barrita de chocolate puro, después me contó cómo había aprendido a trabajar el hierro y también me habló del ing. Lamberg y su chalet de madera y de la barca y de que el mismo era marino y de Radesky y su Capolonio. La Chely y el Nonno nacieron aquí. En la otra punta del pueblo está un chalet suizo construido con un gran sótano central y una escalera de madera que conecta todos los ambientes, charlamos un largo rato, me saluda y yo acarreando la bici enfilo para la laguna, lo veo pasar a Lulo Marchetti caminando y en bicicleta a Don Santiago Zugnone, el prestigioso masajista que realiza aplicaciones de barro en el Hotel Rosso y que todos los veranos también atiende a huéspedes del Hotel Alemán. Guzman en la esquina me dice que el barrito Eulogio es el mejor de todos «mira pibe es como un Betún» y me muestra dos latas de durazno al natural con su tesoro negro para venderle a los turistas.
Entre las palmeras del patio de su Hotel sobre el mar está Vezco, pensativo y ajeno a mi presencia, lleva con elegancia su sombrero de explorador inglés. Como me gusta ese sombrero, cuando sea grande quiero tener uno igual.
Hoy no encuentro a nadie que me pueda explicar la tragedia del pueblo desaparecido.
Vienen corriendo, y todos juntos cruzamos la costanera de tierra, trepamos al puente que nos lleva a la inmensidad salina, a ese mundo mágico que nos pertenece en exclusiva por prepotencia de presencia y porque es el final de nuestra calle, la Yrigoyen, que tiene cuatro cuadras, la costanera y el puente. La conformación de las nubes presagia que hoy «el sol eterno morirá como un tigre “ y Alberto podrá filmarlo.

Pedro Canoero