El multimedio de Héctor Magnetto le envió una señal de advertencia al presidente y a su gabinete. Campañas mediáticas y la guerra de las fake news. La baja de sueldos que no se informó.

Los argentinos se acostumbraron a vivir con las noticias falsas de los grandes medios: naturalizaron la desinformación. El gobierno, por su parte, en muchos casos las acepta con tal resignación que hasta se sube a ellas con opiniones que supuestamente conectan con el sentido común imperante y hasta toma medidas a partir de la noticia falsa.

Cuando un periodista le pregunta a un funcionario si está a favor de la “liberación masiva de violadores y asesinos” y el funcionario contesta que está en contra y “que es responsabilidad de los jueces” está opinando sobre algo que no ocurrió. Podría contestar “eso no pasó”. Sergio Massa fue más allá y pidió el juicio político de los jueces por sus sentencias. Estos comportamientos convalidan y naturalizan la estrategia de desinformación que encabeza Clarín e integran los medios más grandes del país. El Gobierno se resigna a que está imposibilitado para poder garantizar el derecho a la información a la población y prefiere seguirle el juego a los medios como quien le sigue la conversación a un loco. Es claro que el tweet del presidente al respecto y algunas respuestas acertadas de la ministra de Justicia Marcela Losardo fueron insuficientes y se perdieron en medio del fárrago de declaraciones.

Una noticia falsa sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman que responsabilizaba a Cristina de su asesinato cambió el clima electoral de 2015. Otra noticia falsa, la acusación sobre Aníbal Fernández de ser responsable de un triple asesinato, definió la elección que impuso a Mauricio Macri como presidente y forjó el despojo que sufrieron millones de argentinos.

Noticias que matan

Ahora las noticias falsas están poniendo en grave riesgo la salud de la población. La Organización Mundial de la Salud recomendó enviar a los presos a sus casas para evitar contagios masivos. En el mismo sentido que aconsejó evitar todo tipo de aglomeración. El hacinamiento de las cárceles convierte un contagio en miles de contagios. Esos infectados luego ocupan las escasas camas de terapia y respiradores disponibles. En Argentina hay casi 100 mil presos y sólo quedan 4500 mil camas de terapia intensiva disponibles en todo el país. A su vez, la gente que entra y sale a diario de los presidios para trabajar se lleva el virus afuera y los difunde. La misma recomendación hicieron la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la ONU.

Así, en pocas semanas, Irán liberó o le dio prisión domiciliaria a 85 mil personas; Turquía, a 35 mil; Brasil, a 30 mil; Estados Unidos, a 16 mil; Francia, a 10 mil; España, a 8000; Inglaterra, a 4000 y Colombia también a 4000, por citar algunos casos.

En Argentina los medios acusaron al Gobierno de liberar miles de presos al voleo. La noticia real es que los jueces  le dieron prisión domiciliaria a menos convictos que en los países arriba mencionados. Muchos hablaron de miles de violadores. Fernando González y Ricardo Roa en Clarín dijeron que era “una operación del kirchnerismo”.