Belgrano hizo la pretemporada previa al Nacional B de 1987 en Embalse. Jugó ante el equipo local. Un resultado recordado como hazaña para algunos y con indiferencia por otros.

Por: Marcos J. Villalobo y Santiago Carballo.

Para ese pueblo de las sierras cordobesas es una hazaña comparable a la de David ante Goliath o la de Frodo cruzando la Tierra Media. Es probable que algunos crean que merece un libro como el que escribió Andrés Burgo, porque para ellos es El Partido. Los que lo jugaron con la camiseta verde y mangas amarillas atesoran el recuerdo de aquel juego de enero de 1987. Los que jugaron con la camiseta celeste ni se acuerdan. Los primeros ganaron 4-2 y lo cuentan hasta el día de hoy. Los segundos, que perdieron, saben que ese año fue especial porque llegaron a una finalísima por el ascenso a Primera y cayeron ante Banfield, otro equipo con el verde en su casaca.

Aquellos ex jugadores amateurs de Fitz Simon lo atesoran como se atesora un poema en los primeros minutos de leerlo. A ellos les dura la remembranza del golazo del Coté Gómez.

Los profesionales ex futbolistas de Belgrano tienen una efímera reminiscencia. Solo alaban las bellezas naturales de Embalse y lo bien que lo trató la gente. ¿Del partido? Nada. Ni un detalle. Fue un amistoso de pretemporada más en su larga carrera.

¡Tantos partidos en su carrera! Imposible acordarse de todos, y menos en una pretemporada. ¡Tantos partidos en su carrera! Pero imposible olvidarse cuando le ganas a un grande, que encima ese año hizo un campañón.

¿Realidad? ¿Fabula? El partido existió. Se jugó. Enero de 1987. Probablemente el sábado 10 o el domingo 11; ese día este cronista estaba festejando su séptimo cumpleaños a unas cuadras de ese lugar desconociendo lo que sucedía, y a pesar de que el partido fue a puertas abiertas. No, no cobraron entrada. La idea era que los vecinos pudieran ver a los “Piratas”.

Ver a esos monstruos. Es que ese equipo tenía a jugadores de la talla de Juan José López, José Luis Villarreal, Julio César Villagra… Paaaa, seguimos nombrando: Abel Blasón, Ariel Ramonda, Luis Scatolaro… ¿Más? El Tato Martelloto, el Negro Ramos. ¡Equipazo!

Ver a esos monstruos es lo que quería José Luis ‘Machito’ Usandivaras. Tan es así, que a pesar de ser jugador del club del pueblo tomo una sorpresiva decisión: No quería jugar ante sus ídolos, queríamos verlos jugar en vivo.

Cuando  se puso la piedra basal del centro de Radioisótopos en la Central Nuclear de Embalse en mayo de 1986, el diario La Voz del Interior cronicó ese acontecimiento destacando la presencia del presidente Raúl Alfonsín y describiendo la particularidad de que no había muchos famosos que hubieran pasado por allí.

Con el tiempo se confirmó que por aquella localidad de Calamuchita en 1973 estuvo Diego Armando Maradona con sus Cebollitas; y tiempo después, en el 2010, Paulo Dybala con las inferiores de Instituto. Por citar dos visitas ilustres del deporte.

Por eso, cuando aquel Belgrano fue en el año 1987 hubo una revolución en el pueblo. Razón suficiente para que los lugareños recuerden ese partido de verano por siempre.

 SANGRE

– La formación, creo, fue así. Nosotros jugamos con el Pato (Marcelo) Del Rio; el Dante (Vivas) de cuatro, de dos el Beto (Roberto Toledo), de seis Jorge Luna y de 3 yo; de ocho el Suruco (Fernando) Aranda o el Macho, Marcelo Dagas, el Coté (José Gómez) o el Suruco de 10; el Leo (Gómez), el Hugo (Molina) y el Patón Tonarelli. Belgrano fue con el Negro Ramos; (Juan Carlos) Ghielmetti, Cabezón (Juan Carlos) Reyna, Pepe (José) Céliz y Alejandro Chiera; Mario Ballarino, José Luis Villarreal, (Germán) Martelotto; arriba Blasón, Ramonda y (Edgardo) Parmigiani. Después entró Jota Jota López, el Gallego Vázquez, que había jugado en Boca, y la Chacha Villagra, que lo echaron – relata Sergio “Sangre” Quinteros, lateral izquierdo en ese partido. Logramos luego corregir. El “Machito” Usandivaras no jugó, fue Fernando Aranda que estuvo de mediocampista derecho y José Gómez por izquierda-. Empezamos ganando con gol del Leo Gómez, después lo empató de tiro libre Martelotto, pasamos de nuevo al frente con gol del Suruco, lo empató Villarreal, yo hago el tercero y el Coté Gómez hizo un golazo. El Negro Marchetta no los dejó salir ese sábado a la noche. Es lo que más o menos me acuerdo.

Jorge Pedro Marchetta pasó parte de su vida en Embalse. En la década del ’70, luego de su retiro como futbolista, tenía una cabaña en el complejo Tío Tom, mientras administraba la concesión de los hoteles 2,4 y 7 de la Unidad Turística. Incluso sus primeros pasos como entrenador se iniciaron allá, dirigiendo Santa Isabel (club ya desaparecido) y Atlético Río Tercero. En el “albiazul” rioterserence había dirigido a Toledo, y por eso es recordada con humor la anécdota que dice que era tal la calentura del “Negro” con sus dirigidos profesionales que les decía: “¡Cómo puede ser que no puedan pasar al dos, que tiene una botella de whisky en la cabeza!”.

Por ese conocimiento del lugar, cuando ya fue un técnico consagrado llevó a varios planteles profesionales a realizar la pretemporada a las sierras cordobesas. En 1985 fue con el Rosario Central de Omar Palma, en 1986 con Vélez Sarsfield. En 1989 llevó a Calamuchita a Racing Club de Avellaneda, que entre otros tenía a Perico Pérez.

Sergio Quinteros tenía 22 años en aquella jornada inolvidable para él. Hoy, pasó el tiempo, es operador de ensayos no destructivos, trabajó en la Central Nuclear embalseña y en Atucha y previo a la cuarentena tenía previsto un viaje a Misiones para trabajar en una papelera.

– Sentimos en ese momento una cosa que… vivíamos en un mundo distinto al de ellos. Entramos a la cancha para que no nos hagan tantos goles, y claro, veíamos a Villita, a Martelotto, todo eso, para nosotros era ver ídolos que vivían de eso, y nosotros éramos unos inconscientes que hasta las 6 y media de la tarde que empezó el partido habíamos estado en el lago, en el muro, bañándonos. Jugamos a que no nos hicieran muchos goles, una vez vino Vélez y nos metió ocho, nueve goles, no nos hicieron 20 porque no quisieron. Como éramos inconscientes y teníamos una leche impresionante, vimos que nos estaban saliendo las cosas, y no aflojamos nunca, y le jugamos de igual a igual-rememora el popular “Sangre”.

TANQUE

– Me acuerdo de esa pretemporada con Marchetta, el profe Pedernera, en un hotel pegado a la ruta. Corríamos la vuelta al lago. En el equipo estaban Jota Jota López, el Gallego Vázquez, entre otros-, relata Ariel Osvaldo Ramonda, delantero de aquel elenco celeste.

El “Tanque” hizo una gran carrera en Belgrano, fue seleccionado por Raúl Hipólito Arraigada en 1982, proveniente de Huracán de Las Varillas. Jugó en Belgrano hasta el año 1989. Fue integrante del equipo que logró el Regional de la mano del “Tito” Cuellar.

Fue titular en aquel partido en el valle calamuchitano. Pero él no logra evocarlo.

-Del partido con el equipo local de verdad no recuerdo detalles. Sólo que se jugó con un equipo de ahí, pero no con detalles… Estuvimos dos semanas en Embalse, hacíamos dos turnos diarios. Hermoso lugar-, dice el “Suela”, como lo llamaban en ese entonces, que dos meses más tarde hizo un inolvidable agónico gol ante el Huracán del Toti Iglesias.

– ¿Se acuerda el resultado por lo menos? Perdieron.

– (Se ríe) Puede ser lo que decís del resultado, pero la verdad no lo recuerdo. Sí, tengo ahí al Loco Erroz, era cuñado de Marchetta, de vez en cuando nos saludamos.

Ramonda, que también tuvo un paso por Estudiantes de Río Cuarto donde es recordado por haberle hecho dos goles a River, dejó el fútbol en 1994. Actualmente vive en Carlos Paz, desde hace 25 años está en la gerencia zonal del Banco de la Nación Argentina. “Ingresé al banco gracias al fútbol y a Hugo Gaggero, que era vicepresidente de Belgrano”, cuenta.

EL HUGO

Hugo Molina también tenía las valijas preparadas para viajar a Misiones, pero la cuarentena lo frenó, y hoy está en confinamiento en el pueblo. Era un delantero que le pegaba a la pelota con una fuerza impresionante. Y cuando estaba inspirado, era difícil frenarlo. Molina, al igual que Quinteros, es operador de ensayos no destructivos. Y es el padre del lateral derecho de Boca Nahuel Molina.

Tenía 24 años cuando se jugó ese partido en la cancha del Club Náutico Ingeniero Santiago Fitz Simon. Hoy, 33 años después, es el director técnico del equipo junto a Jorge Luna, que fue el primer marcador central de aquel cotejo.

– Si bien ya teníamos experiencia en jugar contra adversarios que militaban en el fútbol de Primera Nacional, casi todos equipos que dirigió Pedro Marcheta, siempre fue como un maravilloso premio diputar un partido en nuestra cancha con un gran equipo que fue ese de Belgrano. Inmensa fue la alegría, y encima el resultado. ¡Nos salían todas ese día! Varios de mis compañeros jugaron a un gran nivel. Recordar hoy después de tantos años ese partido tiene un significado muy especial. Recuerdo la alegría de nuestra gente, de nuestra parcialidad, se comentó por mucho tiempo ese partido.

EL TATO, EL GALLEGO Y EL MACHITO

Por su parte, Germán Martelotto, otro crack “pirata” que estuvo en ese juego se excusó: “No me acuerdo, tengo muy mala memoria”.

A pesar de que él no se acuerde, los embalseños narran que hizo un bonito gol de tiro libre.

“Tato” se emocionó cuando le mostré la foto de esa jornada. “Wow, qué linda foto. El Gallegol”, recordando a Jorge Vázquez, que falleció el 8 de noviembre de 1994, a los 38 años, en un accidente de tráfico ocurrido en Buenos Aires.
José Pérez es un reconocido periodista de la zona con una memoria envidiable. Muy respetado en la liga de Río Tercero. Cuando se jugó el cotejo referenciado aún no ejercía, pero algo nos contó: “Llegué tarde al partido, en ese entonces era estudiantes y me la tenía que rebuscar. Estaba laburando en una obra en lo que es hoy barrio Las Flores. Fue a comienzo de 1987. A la Chacha Villagra no se la dejaban tocar, había entrado de suplente, y hubo una discusión, algún empujón, y resolvieron que la Chacha saliera. Estaba muy nervioso – se ríe-, era un partido amistoso. Eso lo tengo presente. También la impresionante velocidad de Parmigiani, muy veloz, yo ya lo había visto jugar, pero no de tan cerca. Cuando terminó el partido estuve hablando con él, me dijo que si no se la cobraban me regalaba la camiseta. ‘Te la hubiese regalado porque sos muy hincha de Belgrano, pero no puedo porque me la van a cobrar’, me dijo. Parmigiani, un muchacho muy agradable. Fitz Simon jugó muy bien”.

El técnico del “Canario”, como se lo conoce a Fitz Simon en el pueblo, era Jorge Gil, que con el tiempo se transformó en presidente del club. Y él se sorprendió con la decisión del “Machito” Usandivaras, que no quiso jugar.

– No jugué ese partido – sonríe Usandivaras, que actualmente es empleado de EPEC-, yo lo seguía mucho a ese equipo. Era muy seguidor de Belgrano y los quería ver. El Leo y el “Suruco” la destrozaron, no lo podían parar. Tal es el caso que Marchetta se los llevó a Belgrano, entrenaron ellos los dos con ellos, y después hubo problemas con el pase, no sé. Lo que jugó Fitz Simon ese día fue espectacular. El Leo Gómez fue impresionante.

EL LEO

Cuando se jugó el partido se estaba terminando de construir los vestuarios en la cancha, conocida popularmente como “La Jaula”.

En las calles lindantes hay muchos árboles, con un verde fuerte en primavera y verano, que le dan un toque especial. Muchas veces, y seguro en aquella ocasión también, se solía ver a algún hincha subido a sus ramas para ver los partidos. Las imágenes de aquel día muestran que los pinos ya estaban. Todo un símbolo para esa barriada. Bah, en Embalse abunda el verde, verde con distintas tonalidades… verde esmeralda, verde viridian, verde jade, verde trébol, verde botella y hasta verde lima en otoño. Embalse y su verde constante, en consonancia con las sierras, el lago y el río.

– Por entonces yo jugaba en 9 de julio de Río Tercero, que en esa  fecha no había dado comienzo la pretemporada; veraneaba en Embalse y se me invitó a jugar. De por sí el fútbol es muy emotivo por lo cual se creó un clima de alta autoestima entre los jugadores. Son esos partidos ‘que te sale todo bien y a todos’. Uno de los partidos más importantes de mi carrera y con un gol al Negro Ramos. Todavía recuerdo la pelota entrando a la red después de un pique de veinte metros con asistencia de mi hermano Cote – narró con la emoción a flor de piel Leonardo Gómez, un atacante legendario de la liga riotercerense, que aún guarda recortes de cuando entrenó con el plantel “pirata” en el polideportivo.


Martín, el personaje de César Aira en su novela homónima a la localidad de la que estamos hablando, había advertido que “desde su llegada a Embalse había vivido una atmósfera de fútbol, fútbol y fútbol”. Es que en Embalse se vive fútbol, fútbol y fútbol, más allá de las chicharras que se escuchan menos que antes, o el casino, que se había inaugurado tres años antes de nuestra historia, o el lago y su esplendor como el más grande de Córdoba, o el Festival de la Fe y el Folclore que en 1986 se estableció a través del recordado “Padre” Pepe. Sus encantos paisajísticos están impregnados de “una atmósfera de fútbol, fútbol y fútbol”… “y bochas” como el celebrado escritor.

EL REGRESO DE SCATOLARO

En abril del año anterior al partido de nuestra historia Belgrano se consagraba campeón del torneo Regional organizado por AFA, con un equipazo que estuvo 40 fechas invicto. Y uno de los delanteros de aquel elenco era Luis Scatolaro.

El atacante entrerriano estuvo en esa pretemporada en el Valle de Calamuchita. Y fue muy especial para él. Es que volvía a pisar una tierra por la que había transitado en su niñez con los compañeros del primario.

– Me acuerdo perfectamente de esa pretemporada en Embalse… Yo venía de una lesión en los isquiostibiales, una operación; y fuimos ahí, muy bonito por cierto… Me acuerdo de un hotel donde iban los del programa escolar de Evita, al complejo hotelero, que me tocó ir con mi escuela de Chajari, Entre Ríos, cuando hice el Séptimo grado –relata Scatolaro, desde México, donde está radicado ahora y es entrenador-. En la vuelta de Perón a la Argentina daban viajes a todos los chicos del país, de las primarias, de Séptimo grado, fui a Embalse con mi colegio. Fue mi primer viaje fuera de mi pueblo – se ríe-, me acuerdo perfecto, porque me tocó volver.

La Unidad Turística de Embalse, ese complejo hotelero del Estado, tuvo parte de su esplendor en la década del ’70, donde miles de familias conocieron las sierras cordobesas gracias a aquel programa gubernamental. Hoteles populares y solidarios. Hoteles que los últimos gobiernos dejaron abandonados. Otra historia.

En el “Pirata” Scatolaro jugó 107 partidos y marcó 22 goles. Pero en tierras embalseñas ante Fitz Simon no jugó.

– Marchetta nos llevó a Embalse de pretemporada, yo venía de una lesión, me había lesionado en septiembre, Tito Cuellar era eñ técnico. El Tato Martelotto también se recuperaba de una lesión. Fue a principio de enero esa pretemporada, si mal no recuerdo. Sí me acuerdo que Jota Jota también estaba lesionado, y entrenábamos juntos en el gimnasio. Yo no estaba todavía para hacer fútbol, por eso no jugué seguro. No me acuerdo del partido. Sí de la pretemporada, todos los días salíamos a caminar con Juan José López. Fue muy lindo para mí volver a ese lugar, la pasé muy bien.

EL COTÉ

La leyenda cuenta que los embalseños estaban jugando un partidazo. No se notaba que un par de horas antes habían estado en el lago bañándose. Todas le salían. El Leo Gómez estaba imparable y Alejandro Chiera le metió un patadón, “me cagó a patadas”, recuerda; Ramonda no podía con el Beto Toledo, relatan, y el Suruco Aranda hacía de las suyas por derecha. Tan es así, que luego Leonardo Gómez y Fernando Aranda fueron a entrenar con el plantel celeste, luego, en el Polideportivo.

Hasta que llegó ese momento…

El instante que lo hace más emocionante.

Hubo que pasar, claro, el plumero de los recuerdos, para sacar la mística que provoca el paso de los años y la subjetividad por lo propio. Se trata de creer, también. Pero José Pérez, periodista que estuvo en la cancha lo recuerda con precisión, también el “Cacho” Carballo que era un niño y creció con ese recuerdo, y el “Machito” que todavía se sorprende al rememorarlo. El “Juanca” Álvarez me narró esa anécdota tiempo atrás en un sanatorio y se llenaba de emoción al hablar del gol. Y son coincidentes los testimonios, no sólo de los jugadores del Fitz Simon, sino de los asistentes a ese juego de 1987. El partido estaba 3-2. La pelota venía llovida. Cruzó el área. Y él, José Gómez, con esa clase que lo hizo un jugador diferente en la zona, que era motivo de admiración de los pibitos embalseños, entre ellos quien escribe este relato, se elevó en el aire, después de dejarla picar, y ensayó una tijera. Una pirueta propia de un futbolista distinto. Todos quedaron asombrados. El “Negro” Ramos voló. No llegó. ¡Gol! Por más que los jugadores de Belgrano no se acuerdan, en Embalse son cientos que afirman que lo vieron, que fue un golazo. ¡Go-la-zo! 4-2 era el resultado. Y ante tamaña muestra de talento, el “Negro” Marchetta no quiso saber más. Se paró del banco de suplentes y dijo: “Listo, partido terminado”.

El partido finalizó en el instante del gol del “Coté” Gómez.

El mito dice que Marchetta los retó en el vestuario a los jugadores de Belgrano, que no les dio la noche del sábado libre como les había prometido y demás que nunca pudimos confirmar. Lo cierto es que rápidamente los profesionales se olvidaron y después hicieron un torneo espectacular en la B Nacional. “Fue uno de los últimos grandes grandes equipos que tuvo Belgrano”, resalta Juan Del Campillo, coleccionista de casacas celestes, al rememorar aquel plantel.

Se olvidaron. Fue un partido más. Pero en Embalse no, ese partido se sigue jugando en la memoria de los que estuvieron. Se repite el golazo del “Coté”… se repite, se repite, se repite. Una leyenda popular del pueblo. Inolvidable para unos, olvidado por otros.