Lo que resta decidir no dependerá de diferencias en el rumbo político sino del equilibrio de fuerzas hacia el interior del Frente de Todos.

La mesa chica en la que Alberto Fernández termina de darle las últimas pinceladas a su gabinete es tan chica que sólo hay lugar para él. Es una dinámica que aprendió de Néstor Kirchner: consultar mano a mano con muchos interlocutores, escuchar consejos, atender demandas, y luego decidir a solas. El presidente electo chatea con Cristina Fernández de Kirchner, se toma un café con Sergio Massa, habla con sindicalistas y empresarios, gobernadores y representantes de la sociedad civil, pelotea con sus colaboradores más cercanos. Pero ninguno de ellos sabe en detalle todo lo que el hombre tiene en la cabeza.

El equipo “está prácticamente definido”, aseguró, el lunes por la noche. Lo cierto es que más de la mitad del gabinete ya está confirmado. Eso incluye a la mayoría de los cargos más importantes, aunque faltan definiciones en un área clave como economía. Hay por lo menos una docena de cargos de primera línea ratificados, y otra media docena de dirigentes que tendrán un rol en el nuevo gobierno aunque todavía falte definir cuál es. Para los espacios vacantes quedan dos o a lo sumo tres candidatos. La definición no dependerá de diferencias en el rumbo político sino del equilibrio de fuerzas hacia el interior del Frente de Todos.