“La tormenta” que azota a la economía, como alguna vez definió el Presidente a la crítica situación, lejos está de disiparse, por el contrario, persiste y en el horizonte todavía se divisa la borrasca.
Los indicadores oficiales publicados por Indec dan cuenta, en parte, de la magnitud del deterioro económico. Las mediciones oficiales muestran una tasa de desocupación por arriba de los diez puntos (de acuerdo a la última publicación de junio), la retracción de la producción manufacturera que acumuló hasta agosto una merma de ocho puntos y la baja de la actividad económica que no hace más que acumular números en rojo en lo que va del año, por mencionar las más significativas. A esto hay que añadirle una inflación en septiembre de casi 6 puntos porcentuales que acumula aumentos por 53% en los últimos doce meses. Frente a esto, cabe preguntarse, ¿qué efectos tiene “la tormenta” en el cotidiano o, más precisamente, cómo repercute en la mesa de los argentinos?
El comercio minorista sufrió una retracción en septiembre de 15%, en comparación con mismo mes del año pasado y en lo que va del año la merma llega a los diez puntos porcentuales, según consigna la investigación elaborada por Scanntech. Las compras por cada ticket emitido volvieron a caer respecto al mes anterior, mientras que la compra promedio fue de $234, un 47% más que en septiembre del año pasado, pero la inflación interanual que marca la empresa fue de 54%. En consecuencia, la compra promedio se ubica por debajo que la del año pasado, en términos reales.
En lo que va del año se registran menos unidades vendidas en casi todos los rubros de productos, siendo los lácteos (-15,9%), congelados (-16,6%) y bebidas sin alcohol (13,9%) las categorías que presentan más contracción. Estos relevamientos de Scanntech se corresponden con los publicados por el Centro de Almaceneros de la Provincia de Córdoba, quienes advierten que el consumo interanual de leche bajó 17 puntos porcentuales y el de leche en polvo otro 14%, el de facturas, junto con el pan criollo poco más de 23%, mientras que el consumo de frutas y verduras se desplomó más de 21%.
Un alimento que no tiene sustituto es la leche, sin embargo su consumo mermó, lo cual da cuenta de la gravedad de la tormenta perfecta que desató el gobierno nacional.
Durante el gobierno de Cambiemos hubo un descenso ininterrumpido en el consumo anualizado per cápita de leche hasta ubicarse actualmente en el menor nivel desde 2003. En el primer semestre del año el consumo fue de a 182 litros, un 13% menos que en 2018 y un 16 por ciento por debajo de 2015, según el Observatorio de la Cadena Láctea (OCLA), que depende de la Secretaría de Agricultura. Durante este año, la producción acumulada en cada uno de los meses en comparación con el acumulado del 2018,un mal año para el sector y la economía en términos generales, dio saldos negativos durante ocho meses consecutivos, sin interrupción.
Hay faltante de pan en la mesa de los argentinos
“La tormenta” está dejando su huella en diferentes sectores de la economía, también. Por caso, la industria del pan no se salvó de la devastación pese a producir un producto de primera necesidad en un contexto de record de cosecha de trigo. Sin embargo, la quita de las retenciones al grano encareció el principal insumo de la industria al plegar el precio local del trigo con el internacional en dólares. Según los representantes del sector, se avizora una caída en el consumo del pan respecto al año pasado, ya que pasamos de consumir 90 kg por habitante en el 2018 a 80 kilos per cápita en el corriente año.
Las sucesivas devaluaciones repercutieron en el precio final de un sector que prácticamente tiene dolarizada su estructura de costos. En una entrevista radial, el presidente de la Federación Argentina de la Industria del Pan y Afines (Faipa) Miguel Di Betta aclaró que el aumento de los costos fijos, servicios, alquileres de locales, principalmente, son una de las causas que explican el deterioro del sector. En su caso, ejemplificó que pasó de pagar cinco mil pesos de gas a casi $30.000 para poder hornear las panificaciones. Cabe aclarar que la caída del consumo imposibilita el traslado al precio final de los aumentos de los insumos, de modo tal que las panaderías están absorbiendo parte del impacto a costa de su ganancia puesto que un traslado de la totalidad de los aumentos significaría terminar de destruir a una demanda ya de por sí alicaída. “En 42 años de panadero nunca vi algo como esto. Es la peor crisis de las panaderías que he presenciado”. En consecuencia, más de mil trescientas panaderías cerraron su persiana desde el 2015 hasta la actualidad.
En el mismo sentido, otro alimento infaltable en la dieta de los argentinos también muestra contracción en su producción y demanda. La Unión de Industriales Fideeros de la República Argentina (UIFRA) señala en su último informe que el consumo local de pastas secas cerró el 2018 en torno a las 327.771 toneladas, marcando una merma respecto a los años anteriores en donde el consumo fue de 331.216 toneladas en el 2017 y de más de 333 mil toneladas en el 2016. El sector se desempeñó bien en el flanco comercio exterior en donde se pasó de exportar poco más de mil toneladas a más de 23 mil, mientras que las importaciones de pastas secas también evidenciaron un aumento acumulado de casi doscientos por ciento.
”Teniendo en cuenta el crecimiento vegetativo con la disminución del consumo local, vemos una tendencia decreciente en los últimos años en lo que respecta al consumo de pastas por habitante. En el 2015 los argentinos consumíamos 8,8 kilos per cápita, mientras que en el 2018 bajó a 8,5”, advierte la UIFRA. Así, el saldo exportable del sector permitió compensar la disminución del consumo local. No obstante, es prácticamente una sola empresa la que despacha mercadería al exterior.
Los guarismos que arroja el sector tiran por tierra la creencia de que al ser la pasta un producto de primera necesidad y barato, su consumo aumenta en épocas de crisis. Pues el informe evidencia que las pastas también caen durante esta crisis, menos que otros productos, seguramente, pero sus números son negativos. Otro dato que preocupa a la unión de fideeros tiene que ver con la composición del consumo, puesto que las pastas de bajo valor y por ende, de más bajo contenido nutritivo, fueron las que más se vendieron, desplazando a las variedades de Trigo Candeal.
Los manuales de economía teorizan que los bienes cuya demanda es poco sensible a cambios en el precio, se dice que tienen demanda inelástica, puesto que, por ser de primera necesidad y no existir productos que puedan sustituirlo su demanda es poco permeable a cambios. Un ejemplo claro de los considerados “inelásticos” son los alimentos, puesto que por más que aumente su valor la gente sigue consumiendo porque requiere alimentarse. Sin embargo, hay algunos alimentos que sí pueden sustituirse, como la manteca por margarina o el aceite de oliva por el de otra oleaginosa, por caso.
La carne, la principal fuente de proteína de la dieta criolla
La Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra) informa en su última publicación correspondiente al mes de septiembre que el consumo promedio por habitante apenas estuvo por arriba de los 50 kilos, lo que significa el consumo acumulado más bajo en nueve meses de los últimos 8 años. Para que tengamos mayor claridad, en el mismo período del año pasado se consumían 56,7 kilos por habitante, el acumulado hasta septiembre del 2015 mostró un consumo interno de 59, mientras que en los primeros nueve meses del 2013 el consumo llegó a 61,7 kilos, es decir, 10,9 kilos más por habitante que lo registrado durante el corriente año.
Por otro lado, la carne de pollo tuvo buena performance, también la de cerdo, además de aumentar sus saldos exportables. El consumo de carne de cerdo per cápita volvió a crecer consecutivamente, al igual que el del pollo que se ubicó en torno a los 42 kilos. La pregunta que cabe hacerse es si el aumento en el consumo de estos alimentos permite saldar la merma de la principal fuente de proteína de la dieta de los argentinos que es la carne vacuna.
Los datos expuestos anteriormente dan cuenta no solo de los problemas económicos de distintos sectores de la economía, sino, particularmente, de las dificultades que están atravesando grandes porciones de la población para poder comer. Estos datos se corresponden con las conclusiones aportadas por la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) en 2018/2019, en donde se concluye que incrementó la malnutrición en la población argentina. En cuanto a la población infantil y adolescente, datos del programa Sumar, revelan que en más de tres millones de chicos y chicas de 0 a 18 años de los quintiles 1 y 2 (de menores ingresos), el 34,5% presentan sobrepeso u obesidad. Asimismo, la malnutrición con sobrepeso es más frecuente que la malnutrición con bajo peso, respectivamente.