El Presidente está en una encrucijada luego de la falta de respaldo de sus ministros y de la imposibilidad de cumplir sus sueños de campaña.

Mauricio Macri fracasó. Esa es la sensación que se apoderó esta semana de todo el arco político. Por supuesto, las nuevas cifras de pobreza dieron una estocada difícil de encajar. Hace tres años, de gira por Europa, el presidente le había dicho al periodista Gabriel Sued: “Si cuando termino mi presidencia no bajé la pobreza, habré fracasado, más allá de las cosas que hayamos obtenido. Todo lo demás serían excusas”. Esclavo de sus palabras, hoy se encuentra en una encrucijada: dar un paso al costado que permita rescatar un legado político y procurarse un futuro sin demasiados sobresaltos o seguir en el mismo rumbo, pero más rápido, como anunció el otro día mientras el dólar alcanzaba los cuarenta y cinco pesos. Todavía puede elegir. Sentado sobre un polvorín, está a una chispa de perder ese privilegio.

Su fracaso no es solamente económico: su gestión no puede mostrar logros en ningún área. Es dificilísimo pintar una campaña por la reelección sobre ese canvas. Y aún más difícil gobernar los siguientes cuatro años, en minoría y con poca paciencia en las calles, aunque gane el ballotage de forma pírrica, tal la estrategia que manejan por estos días Marcos Peña y Jaime Durán Barba. Ese fue el panorama que le pintaron esta semana a Macri al menos dos empresarios importantísimos que en otro momento fueron soportes clave para su administración. Ambos le sugirieron que elija un delfín y anticipe cuatro años su retiro. Otro periodista que suele disponer de buena información palaciega, Carlos Pagni, consignó hace pocos días que “por primera vez” el Presidente no “mandó al diablo” a dos amigos que le dieron un consejo similar.

Como sucesora natural aparece la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, a quien las bases del peronismo residual que revista en Cambiemos ya comienzan a aclamar sin disimulo. El mentado Plan V tiene varios problemas, el principal de ellos que la beneficiaria no está convencida de tomar el rol que le correspondería. El otro es que no es fácil encontrarle un reemplazo que pueda disputar el voto bonaerense a la figura cada vez más convocante de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Las especulaciones se multiplican. En las últimas horas tomó fuerza la idea de una candidatura presidencial del alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que, a diferencia de su socia, hace dos décadas se desvela por sentarse en el sillón de Rivadavia, algo que no tiene problema en decirle a quien quiera escucharlo.

Más allá de las piezas que terminen ocupando cada casillero, lo que a esta altura está claro es que hay un sector del PRO que hasta ahora se había mantenido leal a Macri y que decidió soltarle la mano. Además del alcalde y la gobernadora, forman parte de esta conjura el presidente de la cámara de Diputados, Emilio Monzó; su mano derecha, Nicolás Massot; por lo menos tres ministros del gabinete nacional; varios personajes encumbrados del círculo rojo; dos importantes multimedios y, según dicen las malas lenguas, un par de miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El Presidente está preocupado porque teme, además, haber perdido el control de los organismos de inteligencia, pieza clave de su estrategia política. Su amigo personal Gustavo Arribas ya no tiene la botonera que controla lo que pasa en la ex SIDE.

Otro frente de batalla se le abre por el lado del radicalismo, que decidió abandonar la actitud sumisa de espectador de lujo que mantiene desde 2015 porque ve en la decadencia del proyecto macrista una oportunidad inmejorable para disputar algunos retazos más de poder. En cuestión de semanas la UCR abandonará Cambiemos o quedará partida en dos, dejando del lado de afuera a la parte del león. El poroteo que encabezan el gobernador jujeño Gerardo Morales y el vice bonaerense Daniel Salvador de caras a la convención que debería renovar la fe en el proyecto oficialista no trajo buenas noticias. En el mejor de los casos será un congreso parejo, palo y palo, con final abierto. En el peor, una contundente victoria del secesionismo. Con mucho menos de eso, el gobierno sale perdidoso. La imagen de un puñado de vocales boinablanca cantando MMLPQTP en vivo para todo el país es inquietante.

Por eso, a estas horas, lo más probable es que la convención se suspenda. Es el último favor que pueden hacerle a Macri quienes aún se mantienen fieles, más no sea en memoria de los viejos buenos tiempos. La consecuencia sería que cada distrito gozaría de libertad de acción para tejer sus propias alianzas. El siguiente paso ya está bocetado: un puñado de diputados nacionales, encabezados por los cordobeses que responden a Ramón Mestre, romperá con el interbloque de Cambiemos en la cámara baja para sumarse a la PyME que encabeza Martín Lousteau bajo el nombre de Evolución. Desde ese lugar, el factotum de la 125 podría encabezar las negociaciones fortalecido. Tiene alternativas sobre la mesa. Ser candidato a jefe de gobierno de la mano de Roberto Lavagna es una; disputar una PASO presidencial contra el resto de Cambiemos es otra. Hay más.

El jueves, Enrique “Coti” Nosiglia visitó Mendoza, donde estuvo reunido con el gobernador Alfredo Cornejo, a la sazón titular de la UCR. El Coti oficia hoy de vector entre la conducción radical, el ex ministro de Economía de Néstor Kirchner y el ex ministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner. Con menos publicidad, esta semana también pasó por la Casa Rosada, donde estuvo varias horas y visitó por lo menos tres despachos, incluyendo la jefatura de Gabinete. El contenido de esas charlas se guarda bajo siete llaves. Quienes lo conocen aseguran que no se lo veía tan activo desde hace dos décadas, cuando motorizó la creación de la Alianza. La hiperactividad de Nosiglia inquieta a Macri no solamente por su influencia en el armado electoral: el histórico operador radical es el padrino político de Daniel Angelici. A esta altura de su primer mandato, el Presidente ya no sabe en quién confiar