Por Carlos Alberto Rozanski
Las eternas evasivas del presidente de la Nación ante preguntas concisas y específicas durante conferencias de prensa suelen ser muy molestas. En general, el presidente no se ve en demasiados aprietos durante esos eventos, ya que los comunicadores convocados son rigurosamente chequeados a fin de no correr riesgos de preguntas incomodas para quien, como el ingeniero Macri, no se distingue por su habilidad para responder requerimientos comprometidos. Es por eso que las operaciones preparatorias de las aludidas conferencias de prensa aseguran que sea interrogado por cuestiones y con palabras que permitan los conocidos slogans de la coalición Cambiemos: “tenemos que hacerlo todos juntos”, “con el corazón”, “la pesada herencia”, “70 años de incapacidad”, “seguimos el rumbo correcto”, y una larga lista de frases carentes de otro contenido que no sea el de abstracciones, que sólo reiteran la esencia de la gestión. Esencia que no es otra que el saqueo cotidiano a los sectores más vulnerables y medios de la población y su transferencia a los de máxima concentración de riqueza. Es obvio que semejante designio no podría ser explicado ni en conferencia de prensa ni en otro espacio que no fuera la más cerrada intimidad, donde las burlas hacia los “grasas”, “pobres” y “extranjeros” son el seguro entretenimiento de los sicarios económicos que actualmente se autogestionan desde el poder. No obstante, a veces se producen preguntas inconvenientes en conferencias de prensa que no pudieron limitar y guionar. Es el caso de Rio Cuarto, donde hace algunos días Macri dijo “está fea la cosa” y atribuyó el aumento de la pobreza al gasto “descontrolado de parte del Estado”. Si se tiene en cuenta que quien efectúa esa afirmación es el mismo que días antes fue a buscar a su hija al colegio en un helicóptero oficial. Si se recuerda, además, que el retiro de la niña fue para llevarla a grabar una publicidad para la nueva pizzería “Il calzone della nonna”, en Ingeniero Maschwitz, donde se ensalza la figura presidencial y participa en el video la pequeña heredera, la indignación nos invade. No sólo indigna a quienes integran los millones de pobres a los que aludió Macri en la conferencia de prensa, sino a la mayoría de los restantes millones de habitantes que aún pueden comer todos los días, pero mantienen intacta su capacidad de indignarse, de tener empatía por el prójimo y de repudiar semejante despilfarro. No cabe duda que el episodio narrado configura delito de peculado y por esa razón fue denunciado penalmente por los ex legisladores José Cruz Campagnoli y Milcíades Peña. Pero tampoco cabe duda de que el verdadero “estado de excepción” que vive nuestro país y parte de la región no es el ámbito propicio para que prosperen esas denuncias. Por el contrario, la investigación de los numerosos delitos cometidos por el ingeniero presidente y varios de sus ministros, oportunamente denunciados, no suelen prosperar. El sano equilibrio de los tres Poderes del Estado y especialmente un Poder Judicial imparcial y garante de los derechos esenciales sólo funciona en democracias reales. En aquellos regímenes como el actual, donde se padece una ilegal asociación entre el sector más reaccionario del Poder Judicial, el Poder Ejecutivo –y parte del Legislativo propio y colaboracionista- y los medios de comunicación hegemónicos la democracia no es real. Cuando el derecho penal es utilizado para la persecución y encarcelamiento de opositores políticos y sociales, así como de quien piense distinto, la democracia es sólo una cáscara vacía y el estado de derecho, una quimera. Aquella afirmación presidencial en Córdoba acerca de “lo fea que está la cosa” podría ser una de las pocas verdades que escuchamos de su boca en estos casi tres años. Y si bien nadie sabe qué es “la cosa”, podemos imaginar que no son los negocios particulares y las cuentas en el país y “offshore” del presidente, su familia y amigos. Esas “cosas” están bárbaras. La “cosa” referida en la conferencia de prensa es otra. Son alimentos para millones de pobres, son escuelas adecuadas y docentes dignamente remunerados. Son hospitales bien aprovisionados. Son jueces respetuosos de las leyes. Y sí, Sr. Presidente, la cosa está muy fea. Pero, del mismo modo que logramos superar otras etapas “feas” como la actual, volveremos a sonreír y, sin duda alguna, “la cosa” va a volver a estar linda.