Tenía 94 años. Durante décadas buscó a su nieta Clara Anahí, desaparecida durante un operativo que supervisó personalmente Miguel Ángel Etchecolatz.

A los 95 años y tras más de 40 de búsqueda incansable para encontrar a su nieta Clara Anahí, arrebatada por los genocidas de la última dictadura cívico militar, falleció en la ciudad de La Plata la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani.

Estaba internada desde hacía diez días tras haber sufrido un ACV y su estado de salud era delicado. Sus restos serán velados este martes desde las 8 en calle 56 entre 12 y 13.

Junto a “Licha» de la Cuadra y otras mujeres que no sabían el paradero de sus nietos y nietas, hijos de hombres y mujeres secuestrados por el terrorismo de Estado, “Chicha” fundó Abuelas de Plaza de Mayo en 1977, meses después de que asesinaran a su nuera y de que se llevaran a Clara Anahí.

El organismo, que la tuvo como primera presidenta, se forjó al calor de la esperanza de localizar a los más de 400 bebés y niños robados en pleno terrorismo de Estado, objetivo con el que recorrieron el mundo en búsqueda de apoyo.

El 24 de noviembre de 1976 Clara Anahí, recién nacida, estaba en la casa en la que su mamá Diana Teruggi y algunos de sus compañeros de militancia fueron acribillados por una patota de represores. En el lugar fueron asesinados Diana y cuatro compañeros de militancia: Juan Carlos Peiris, Daniel Mendiburu Elicabe, Roberto Porfirio y Alberto Bossio.

Diana fue acribillada por la espalda y cayó cubriendo con su cuerpo a su pequeña hija Clara Anahí, que fue secuestrada por los represores y hasta el momento no pudo ser recuperada. Daniel Mariani no estaba en la propiedad al momento del ataque, pero fue asesinado en agosto de 1977.

En la casa, declarada Sitio de Memoria del Terrorismo de Estado, funcionaba una imprenta que publicaba la revista «Evita Montonera», donde se denunciaron por primera vez las desapariciones de personas, los «vuelos de la muerte» y la existencia de centros clandestinos de detención.

La propiedad exhibe hoy en su frente varios orificios de bala que impactaron durante el ataque de las fuerzas conjuntas de la dictadura y un enorme boquete provocado por un proyectil de tanqueta que atravesó esa pared y otra del interior, revelando la saña empleada por los represores.