El presidente de la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical (UCR), Jorge Sappia, aseguró: “O empezamos a formar parte de las decisiones para revertir esta situación en la que el PRO toma todas las decisiones y nosotros la miramos desde afuera, o ya no tenemos nada que hacer en Cambiemos”.

No es muy difícil suponer lo que sucede cuando se intenta juntar el agua con el aceite. A veces el aceite flota sobre el agua, como un líquido obstinado, que se niega a mezclarse con el agua. En otras ocasiones, parece que es cosa del agua que no tiene permitido que el aceite se mezcle con ella. Pero la cuestión es que el agua y el aceite no se juntan.

Menos complicado es llevar como analogía lo que sucede con la frágil alianza de la Unión Cívica Radical (UCR) y la Propuesta Republicana (PRO) desde el momento en el que conformaron una fuerza electoral que depositó en el sillón de Rivadavia a Mauricio Macri.

La UCR, a regañadientes y con mucha oposición, logró imponer la alianza con el PRO en el histórico encuentro de los boinas blanca en la ciudad de Gualeguaychú, Entre Ríos, comandado por el radical Ernesto Sanz, como anhelo de conseguir una alquimia química que una al agua y al aceite para convertirse en un líquido único.
El presidente de la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical, Jorge Sappia, uno de los radicales más críticos con el plan de gobierno de Macri, terminó con los reclamos y lanzó un ultimátum para la alianza gobernante en la que todavía participa la UCR: “En la medida que sigamos sin posibilidades de incidir en la toma de decisiones, yo no tengo argumentos para sostener la continuidad de Cambiemos”.

“Nuevo plan de gobierno o cada uno por su lado”

En diálogo con La Nueva Mañana, Sappia se explayó al respecto y dijo que “o nos sentamos a discutir un nuevo plan de gobierno entre todos y lo aplicamos entre todos o que cada uno se vaya para su lado”.

“Estamos en medio de una crisis, una crisis que tiene un futuro más negro que Drácula, o empezamos a formar parte de las decisiones para revertir esta situación en la que el PRO toma todas las decisiones y nosotros la miramos desde afuera o ya no tenemos nada que hacer en Cambiemos”, afirmó Sappia.

Estas declaraciones toman vital relevancia dentro de la alianza cuando se trata de la máxima autoridad del principal órgano deliberativo y resolutivo de la UCR, encargado entre otras cosas, de fijar la política de alianzas electorales. Es más que un aviso, parece el principio del fin.

El gobierno de Mauricio Macri trazó como plan de gobierno un modelo de liberalismo clásico disfrazado en un extraño desarrollismo impulsado desde la intervención del Estado en la ejecución de la obra pública, la máxima de su modelo antagónico ideado por Keynes. Un nuevo engendro desarrollado en la Argentina for export.

Mientras existen debates de todos los colores para saber si Macri es un liberal o un desarrollista, se imponen los estándares económicos de un modelo que genera la concentración de la riqueza en detrimento de la clase media que se ajusta para resistir la caída y contiene –como una nueva novedad- a las clases más vulnerables. La movilidad social en Argentina pasó a ser, una vez más, descendente producto de la depreciación constante de los ingresos y la monada, en contraposición de una alta inflación respaldada por la decisión del gobierno de tener un tipo de cambio “flotante” en un país donde hasta el precio del pan está dolarizado.

Esta realidad sustentada en las políticas aplicadas por el Gobierno como el ajuste previsional, el hereje endeudamiento externo, la vuelta al Fondo Monetario Internacional (FMI), el cierre de fábricas e industrias forman parte de la estrategia de retirar al Estado para que las reglas las imponga el mercado. Nada nuevo.

Disconformidad por lo bajo

Las palabras de Jorge Sappia no son las palabras de un radical disconforme y enojado sino que, por el contrario, representan hoy el pensamiento de la gran mayoría de radicales en el país, que ya no encuentran una sola razón para seguir respaldando un gobierno que choca con sus preceptos históricos, con su razón de ser.

En Córdoba, las palabras de Sappia describen casi a la perfección la situación en la que se encuentra Cambiemos. Por lo bajo, radicales reniegan de los dirigentes locales del PRO que, como equilibristas y cada vez con más dificultad, intentan ponerle freno a las críticas acciones que el radicalismo intenta concretar en contra del gobierno de Juan Schiaretti, un aliado estratégico para la implementación de las políticas del gobierno Mauricio Macri.

“Somos una bolsa de gatos”, describe un referente de Cambiemos en la Unicameral ante la imposibilidad de fijar los criterios de la Casa Rosada en la Docta. “A mí las órdenes no me las da Macri”, dicen a viva voz legisladores provinciales del radicalismo.

“Nuestro mejor aliado es Schiaretti, no podemos construir nada con este chico (por Mestre)”, repiten los dirigentes del PRO cada vez que son consultados por la posibilidad de consensuar el nombre del candidato a gobernador de la provincia.

Un factor importante por el cual el agua y el aceite no se mezclan es la tensión superficial. Cuando las moléculas de agua se unen, forman una red de enlaces de hidrógeno que se traduce en una tensión superficial muy alta. Tanto el aceite como el agua tienen altas tensiones superficiales, y debido a esto, la adherencia entre ellos es débil y no pueden mezclarse.

Mestre, el primer adelantado

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El intendente de la ciudad de Córdoba, Ramón Mestre, es el primer radical que apareció como un opositor al Gobierno nacional. A tal punto que denunció en la Justicia la inconstitucionalidad del Consenso Fiscal, una de las principales medidas del Gobierno nacional para aplicar el ajuste previsional y manotearle los recursos a provincias y municipios.

Como es imposible que se junten aunque compartan el espacio, la ruptura entre la UCR y el PRO comenzó a vislumbrarse cuando el mestrismo decidió prorrogar las autoridades partidarias para asegurarse la candidatura a gobernador de Ramón Mestre, decidido en su carrera política pero también a no ceder ante el dedo inquisidor del Presidente a la hora de definir las candidaturas para las elecciones de medio término, compartida por sus acólitos partidarios y extra partidarios.

En este escenario de crisis permanente en el que el Gobierno nacional se metió solo, Córdoba fue la primera provincia en la que comenzó la ruptura y podría ser la primera en la que se concrete, después del ultimátum de Jorge Sappia que expresa el ideario de la mayoría de los radicales en el país, según afirma.

Vientos que favorecen al oficialismo local

Un escenario no muy difícil de imaginar tiempo atrás si se veía por arriba del árbol que tapaba el bosque. A nivel electoral, en la provincia de Córdoba no existe uno mejor que éste para Unión por Córdoba, que con veinte años en el poder se prepara para seguir gobernando.

Con la oposición dividida y las reglas del juego acomodadas para concretar esa sustracción, el peronismo se preparó para enfrentar a un Cambiemos dividido: dobles candidaturas que llevan como premio una banca en la Unicameral, el financiamiento de los partidos políticos por parte del Estado y la potestad de guardar la fecha electoral de la elección general para la contienda del año que viene aparecen como el combo perfecto.
Después de lanzar la advertencia de lo que se viene, el cordobés Sappia sostuvo: “Estoy esperando que el Gobierno nacional nos convoque para discutir un nuevo plan de gobierno donde el radicalismo tenga participación”. La espera terminará con la ruptura.

Radicales, invitados a cenar para pasar el trago amargo

Macri compartió el martes de la semana pasada una cena en Olivos con dirigentes radicales para limar asperezas por las últimas declaraciones públicas de Elisa Carrió, pero especialmente también para ponerlos al día con las negociaciones con el peronismo por el Presupuesto 2019 y calmar las críticas radicales a su poca participación en el Gobierno.

En este punto molestó mucho una reunión secreta en San Isidro con Miguel Pichetto y Sergio Massa a la cual ningún hombre de la UCR fue invitado. Pero tras la comida, el titular de la Convención Nacional de la UCR -órgano que aprueba las alianzas partidarias-, Jorge Sappia, advirtió que “no hay argumentos para sostener Cambiemos”. Por su parte, Carrió se burló de la cena con los radicales a través de las redes sociales y de paso se mostró dejando propina. Para un radical, una degradación de inimaginables dimensiones.

Ese martes a la noche el presidente Macri junto al jefe de Gabinete, Marcos Peña; el ministro del Interior, Rogelio Frigerio; el referente de la UCR Ernesto Sanz; el diputado Mario Negri y el senador Angel Rozas recibieron en la residencia de Olivos a los gobernadores de Mendoza, Alfredo Cornejo; de Jujuy, Gerardo Morales, y de Corrientes, Gustavo Valdés.

La invitación tenía como propósito calmar las tensiones superficiales y el malestar con los socios radicales por las últimas declaraciones públicas de Elisa Carrió y los constantes reproches por la falta de información y participación en el Gobierno, especialmente con relación al debate parlamentario que se viene por el

Presupuesto 2019

Los radicales le acercaron a Macri su propuesta para negociar con los gobernadores peronistas del sector denominado “dialoguista” que se referencia en el Congreso de la Nación con Miguel Pichetto, en el Senado, y con Juan Schiaretti como el líder de la liga de los gobernadores.

Ahí se sumó el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, con quien se analizó el alcance del ajuste y las negociaciones con el PJ no kirchnerist. Realizaron un encuentro en el barrio postergado de San Isidro de la provincia de Buenos Aires donde, cena de por medio, hubo una reunión entre la mesa política del Gobierno y referentes como Pichetto y Massa. De este encuentro, los radicales se enteraron por los medios de comunicación y eso acrecentó las rispideces con la Casa Rosada.

“Hay consenso de llegar al 15 de septiembre con un acuerdo político con los gobernadores”, se dijo tras la cena en Olivos en relación al Presupuesto. En ese marco, también se habló del traspaso de subsidios de energía y transporte a la ciudad y la provincia de Buenos Aires, un pedido de Schiaretti que el Jefe de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Larreta y la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal resisten.

La nueva apuesta del presidente Mauricio Macri será la de conseguir el respaldo del peronismo “racional” para terminar de aplicar su plan de gobierno mientras el radicalismo abandona la quimera de la alquimia para pagar los costos políticos de un nuevo fracaso en la Argentina mientras el peronismo, como movimiento, se prepara para ofrecer un nuevo rescate. Una historia cíclica sin fin, donde cada uno de los actores protagoniza su papel a la perfección.