El río Dulce es fuente de vida en el árido monte del noreste cordobés. Sus aguas no sólo son refugio de vida para las más de 300 especies animales que habitan sus bañados, cuando se aproxima a culminar en la laguna Mar Chiquita. El río Dulce es esa bocanada de aire puro para los escasos habitantes de esta sofocante geografía donde la vida diaria no da respiro.
El río Dulce es el corazón de los productores rurales de la zona, especializados en ganadería, pero también es la arteria principal del futuro parque nacional Ansenuza, y en esta doble función vital se bifurcan los ánimos de los pobladores.
Quienes viven del ganado tienen sus reparos cuando se les habla de la creación del parque: es casi la única fuente laboral de la zona y aseguran que con la constitución del área protegida van a tener muchos limitaciones para continuar con su actividad.
En La Rinconada, localidad más próxima a la laguna en el sector norte, los productores plantean la necesidad de poder seguir trabajando sin limitaciones en la actividad, pese a que la zona sea declarada reserva o parque nacional.
“Son dos los grandes temas que nos preocupan: la sequía y la creación del parque nacional. Ahora hace ocho meses que no llueve, no hay agua en ningún lado y la única forma de salvar a los animales es llevarlos lo más cerca posible del Dulce. El área protegida tiene una gran extensión y el temor es que no nos dejen criar animales en las costas del río”, define Zulema Ángulo, una de las referentes.
Las palabras de Zulema se materializan en el terreno. De la seca Rinconada hasta el oasis del río Dulce hay apenas unos kilómetros. Allí se mezclan estas imágenes de zona rural y productora, pero también de reducto esencial para la biodiversidad.
En medio de los bañados, los pastizales y una variada cantidad de aves de todos los colores y tamaños, aparecen las ovejas, los caballos y las vacas.
Los paisanos cuentan que llevar el ganado al río Dulce es una cuestión de supervivencia, porque en la época seca (como la de ahora) los animales mueren si pasan más de tres días sin poder beber.
“El río Dulce es lo más grande que tenemos, es la defensa nuestra para los animales. Es costoso el traslado, también es mucho sacrificio, algunos bichos se empantanan y mueren, pero no se pierde tanto como si nos quedáramos quietos en casa, el agua dulce no puede faltar”, cuenta Juan Barrera, un productor de La Rinconada.
Por la dependencia del río Dulce, los productores de la zona se autodenominan “costeros”, pero, además, hay muchas familias que se consideran “nómades”, por el estilo de vida al que la escasez de agua los empuja.
Muchas familias son de La Rinconada, pero se instalan días a la vera del río improvisando ranchitos mientras cuidan del ganado.
Otras, como la de Daniel Spindola, viven a la vera del Dulce, en una zona denominada Isla Verde, donde crían unas 200 cabezas de ganado. Para él, que tiene agua asegurada todo el año, la peor época es cuando el cauce baña toda la zona, “entonces se mueren muchos animales chicos, porque les cuesta andar en el barro”.
“No poder llevar a los animales al río porque toda la zona se declare parque nacional significaría la muerte de La Rinconada y de otras localidades próximas”, asegura Zulema.
Manejo conjunto. Las dudas de los habitantes de la zona norte de la laguna Mar Chiquita y los bañados del río Dulce comenzaron a esclarecerse la semana pasada, luego de un taller de construcción de gobernanza del parque nacional Ansenuza que se desarrolló el miércoles y el jueves en la localidad de Miramar.
Malena Srur, integrante de la organización Aves Argentinas –uno de los actores principales que impulsa la creación del parque nacional– explicó que todo se hará de manera “consensuada, transparente y participativa”.
“Son entendibles los temores de la gente, pero incluso vamos a trabajar la delimitación del parque con los mismos productores. Tenemos que consensuar intereses, qué parte va a ser parque nacional, donde sólo se admite el turismo como actividad, y reserva nacional, donde se admite la ganadería, y como se va a implementar el manejo”, explicó la bióloga.
Dentro del área que quede bajo la figura de reserva, los productores podrían continuar con prácticas que son muy comunes en la zona, como la quema de pastizales.
Srur explicó que el fuego controlado trae muchos beneficios: “En varias reservas nacionales se promueve que se mantenga la dinámica de quema, a los productores les sirve para tener pastos nuevos para sus animales, pero además se favorece a la biodiversidad, porque hay especies de aves que habitan donde existen pastos altos y otras donde son bajos. Además, la quema controlada evita que luego se produzcan los grandes incendios”.
Tendrán que elaborar, en conjunto con los productores, planes de manejo de quemas.
El área por proteger en Mar Chiquita es todo el espejo de agua y la zona de bañados del río Dulce, que en el territorio sería parte del sector que se encuentra en la desembocadura del río hacia el norte.
El próximo paso, antes de conformar el parque nacional, es definir sus límites y el uso que se le va a dar, sin que esto afecte la vida de nadie.
Relevamientos en territorio
Para la constitución del parque nacional se están efectuando relevamientos de flora y fauna en el sector norte de la laguna Mar Chiquita. La organización Aves Argentinas lidera el trabajo en el territorio, donde habitan más de 300 especies.
Uno de estos recorridos se llevó adelante con biólogos y especialistas en turismo de la organización. Fue por parte de los bañados del río Dulce y por monte chaqueño.
“La idea es relevar el área y encontrar algunos de los atributos naturales que tiene. A pesar de que el valor ha sido reconocido hace tiempo, no se han destinado demasiados esfuerzos al estudio sistemático de este lugar, por eso queremos detectar algunos componentes del ambiente que sean más importantes que otros, como especies amenazadas, endémicas o hábitats frágiles”, explica Pablo Grilli, biólogo de Aves Argentinas.
Durante el recorrido se pudo constatar cómo operan los bañados del río Dulce durante la época de sequía, al tiempo que se pudo registrar la presencia de más de 100 especies de aves en una porción no muy extensa de territorio.
También se divisó un ejemplar de aguará guazú, una de las especies amenazadas en la zona.