on una buena combinación de arte, solidaridad y trabajo en equipo, la murga Los Caprichosos de San Telmo festeja su veinteavo cumpleaños en el centro Cultural Los Chisperos este domingo a las 21 hs. Héctor Daniel Roterio, conocido como Pichi, habló con Nuestras Voces sobre el nacimiento de la murga, el espectáculo y la realidad del pais: “La situación social actual no dista mucho del momento de crisis en el que empezamos en 1997”, asegura.
Los Caprichosos de San Telmo surgió en 1997 como un espacio para contener a los que quedaban excluidos por la crisis. “Veíamos a los pibes que no tenían rumbo. Estaban ahí, esperando en el cordón de la esquina que alguien les de drogas o cerveza para que la vida pasara. Creíamos que teníamos que hacer algo contra eso, alejar a los pibes de esas cosas que existían y que están volviendo a aparecer ahora”, cuenta Héctor Daniel Roterio, creador de la murga.
En ese entonces él tenía poco más de 40 años y junto a sus hijas y compañeros empezó a agrupar a los pibes del barrio. “Hubo mucha convocatoria. Cuando nos quisimos dar cuenta ya éramos cuarenta y seis personas en nuestro primer carnaval”. A los tres años, en plena crisis de 2001, los Caprichosos llegó a tener 280 integrantes.
“Algo teníamos que hacer y la murga era lo mejor porque abarcaba todos los géneros, todas las edades, todas las necesidades… y bueno, lo hicimos”, recuerda Pichi y agrega: “En aquel entonces San Telmo era un barrio muy castigado, lleno de conventillos, casas tomadas, hoteles subvencionados por la Ciudad y la murga se nutre de esos lugares”.
La consigna era sencilla: “venís y participás, pero te tenés que portar bien. Lo que hagas afuera me tiene sin cuidado, pero acá, bien. Si venís dado vuelta te digo tomatela y volvé mañana. Nunca se echa, pero sí se pide que se vuelva en condiciones”. La rigurosidad de Pichi funciona. Los pibes, si se tienen que ir, vuelven y jamás, en sus veinte años de historia, tuvieron que apartar a nadie del grupo. “Eso habla de la búsqueda de contención, buscan una referencia. Yo siempre digo que no todo está perdido, hoy la sociedad siempre mira para otro lado, pero nosotros seguimos resguardando estos espacios”.
Para Héctor, la situación actual no dista demasiado de sus comienzos: “Hoy la murga más multitudinaria es la de La Boca, eso no es casualidad. A medida que vaya creciendo la crisis la murga va a volver a crecer, acá eso ya se nota. El año pasado fuimos alrededor de 140 personas, mientras que para este año tenemos una proyección de 200”.
El vínculo entre la situación económica y social y el nivel de participación Héctor lo tiene estudiado: “Los pibes no tienen una moneda, vienen a la murga, salen sábado y domingo, recorren toda la ciudad, se divierten y no gastan, tiene mucho que ver. Estamos entrando en una situación social y económica bastante jodida, a eso me refiero. Cuando nosotros arrancamos le decíamos a los pibes de la murga que el martes a la mañana nos juntábamos porque nos invitaban a ir a un colegio, y venían. Les decíamos que vengan al mediodía y venían. Les decíamos de juntarnos a las tres de la tarde, y estaban. Venían todos, ¿sabés por qué? Porque nadie tenía laburo, porque nadie podía ir a estudiar. La realidad de los últimos años había cambiado, nos costaba juntar a la gente y empieza a pasar de nuevo que a cualquier hora que cito la gente me viene, todavía no son todos, pero es una realidad muy palpable. antes me venían diez y ahora me vienen cuarenta”.
El arte de murguear
La invitación a formar parte de Caprichosos es completamente abierta y su mayor promoción se da en los ensayos que realizan en la plaza: “Generalmente viene gente del barrio, hay mucha gente que pasa, mira, le gusta y se queda”. La murga cuenta con un grupo consolidado de entre sesenta y ochenta personas que forma parte desde hace más de diez años y con gente nueva que se va agregando a medida que está lista. “Eso es importante, porque si bien la prioridad es lo social, hoy también le damos mucha bolilla a lo artístico. No digo que queremos ser la mejor murga, pero queremos estar en el pelotón de las buenas”, confiesa Héctor.
El equipo cuenta con un profesor de canto para trabajar la respiración y la vocalización. Además, existe un director para cada grupo (los más pequeños, los adolescentes y los adultos), un director específico para la banda y otro director de escenario, quien se encarga de componer las letras. Todos, primero en forma separada y finalmente en conjunto, ensayan por lo menos dos veces por semana. Mientras tanto Pichi hace todo. Ordena, contiene, dirige, presenta y, en caso de debate, toma la última decisión.
Los resultados de aquella dinamica son contundentes. Los Caprichosos de San Telmo han mejorado año a año y se han convertido en una de las mejores murgas de la ciudad. El espectáculo podrá verse el próximo domingo a las 21 horas en el Centro Cultural Los Chisperos.
La contención hecha espacio
En el año 2013 Caprichosos logró abrir un espacio propio donde poder juntarse, ensayar y festejar los cumpleaños. “Fue una cosa bárbara, espectacular”, recuerda Pichi. “Hicimos una inauguración, queríamos tirar la casa por la ventana”. El local, ubicado en la calle Chacabuco al 1300, es austero. El frente tiene un amplio cartel que reza: La casa. Caprichosos de San Telmo. Espacio Cultural.
Su creación fue ambiciosa. Quería abarcar a todos los pibes del barrio que estén interesados en salir de la calle. “Queríamos tener muchas actividades, estábamos llenos de proyectos: cine, fotografía, teatro, dibujo artístico”. Con el tiempo fueron armando los talleres que hoy se dictan: actividades manuales, dibujo, ayuda escolar, confección de muñecos, costura de apliques, fabricación de galeras y zumba. Sin embargo, la vara de Héctor siempre está por encima: “Hicimos mucho, pero no fuimos lo suficientemente capaces para consolidar un grupo de teatro, fotografía y cine. Eso para nosotros era muy importante”, hace una pausa y retruca: “será una asignatura pendiente”.
El sábado pasado, en ese mismo local, Caprichosos festejó su cumpleaños: “Hicimos una torta de un metro setenta de largo por ochenta y dos centímetros de ancho, pesaba más o menos 20 kilos y fue decorada como el estandarte de la murga”. El tamaño del pastel respondía a una tarea colectiva: “veintiocho personas hicieron un bizcochuelo cada una, otras cuatro se encargaron de unirlos y otros tantos de decorarla. Fue un laburo de puta madre… pero todo en equipo”, cuenta Pichi. El cumpleaños se vivió repleto de música, con los equipos de sonido que la murga tiene y con la participación de una banda de cumbia santafecina. “Fue muy lindo, acá festejamos a lo grande, somos medio sensacionalistas. Es que hay que buscar motivos para juntarse y sonreir”.
El temor de Héctor es que para el año número 21 la murga ya no tenga su local: “Y, andamos preocupados, no sabemos cuánto tiempo más vamos a poder sostenerlo. La peleamos, pero todo se nos va muy arriba. Sólo de alquiler tenemos 7 mil pesos, que tenemos gente que nos ayuda a pagarlo, pero pagamos también 3 mil pesos de expensas y 2 mil y pico de luz, más el agua, el impuesto inmobiliario, el ABL… cuando nos queremos dar cuenta todos los meses tenemos que juntar 10 mil pesos y nos cuesta muchísimo”.
La murga no cobra a nadie su participación: su sustento es a través del ingenio popular y los números se vuelven cada día más inalcanzables. Lo peor, es que cuanto más complicada se pone la situación a nivel social, más integrantes hay en la murga, por lo tanto más espacio y recursos requieren para contener al grupo.
“Yo veo que vamos camino al 2001, veo que la sociedad va camino a eso. Se va degradando cada vez más. Lo que también veo es que va más rápido que en los noventa, la crisis había empezado con Menem y terminó con De la Rúa, fue un proceso de casi ocho o seis años por lo menos. Acá, sin embargo, veo que en dos años se profundizó el conflicto mucho más rápido”.
Con o sin espacio, y palpitando la crisis, Caprichosos camina las calles de San Telmo. Las canta, las baila, las llena de sonrisas. La familia no la conforman sólo los artistas sino toda la comunidad. Cada uno aporta con lo propio y el resultado es la pulsión. “Tiramos para adelante. Hoy es uno y mañana es el otro, hoy ayuda uno mañana ayuda el otro, yo le doy bola a uno, mi señora a otro, mi nieto a otro y así…No sé cómo explicarlo. Hay arte y hay contención. Somos una familia. Sale, va saliendo. Yo no creo en Dios, pero a veces pienso que debe haber alguien arriba diciendo vamos a darle una mano a estos tipos que están locos”.