El propalador serial de prejuicios sociales
el gritón a sueldo del poder local,
ha sido denunciado por el Cónsul peruano por discriminación
es que Marito Pereyra se siente en la cresta de la ola racista
entre un coro de fascistas con licencia para mentir
la voz de la condena estigmatizó a los peruanos como narcos
y les negó la posibilidad de replicar sus comentarios xenófobos
amparado por la ignorancia y la debilidad mental de una audiencia alienada
Mario se empecina en representar el odio hacia todos los inmigrantes latinoamericanos
con la complicidad de Picheto, Avruj, Lanata, Trump
pretende hacer cargo a menos del 5 por ciento de la población
de todos los males nacionales que padecemos
siempre tomando el atajo de las generalizaciones superficiales
imponen reglas simples para incentivar la desconfianza hacia una comunidad
se creen ciudadanos de una utópica nación pura y sana
como si sus abuelos no hubieran bajado de barcos
expulsados por el hambre, las pestes, las guerras
y que a su vez fueron discriminados por ser la resaca de Europa
como si la conquista de América no hubiera sido una invasión genocida
como si la humanidad entera no fuera el resultado de cruces nómadas a través del planeta
ellos se arrogan la condición de ejemplares supremos del mundo
y disparan un aluvión de sentencias para justificar el desprecio hacia otros
un decálogo fascistoide que obtura la posibilidad de reconocernos plurales y diversos
vagos, débiles, chorros, narcos, tontos, perversos
un manual de estereotipos reciclado del nazismo
que apunta contra peruanos, bolivianos, africanos, asiáticos, mujeres, pobres, homosexuales
en su diatriba explosiva y hueca
Mario no se mira al espejo real
narcisista mediático
se alimenta de la insatisfacción crónica de sus oyentes
para venderles una imagen falsa de lo que somos
impidiendo todo posibilidad de crítica hacia las élites que nos gobiernan
Mario es un inmigrante colado en las fiestas VIP
Mario es el flautista de Hamelin
con su imperio mediático dirige a un pueblo ciego hacia el abismo infame
todos se ahogaran en el rio de sus miserables mentiras

*Por Pablo Ramos