Esta es la  historia de la América grande, y una traición a la misma por parte de argentinos que hoy no sólo tienen bronce, sino un diario que marca las normas de la República. La traición no fue de Argentina, sino de argentinos, que lamentablemente en ese momento gobernaban…como lo hacen ahora.

En las costas e islas del Pacífico (en menor cantidad en el Atlántico) abunda el guano, fertilizante que se exportaba para mejorar las exhaustas tierras europeas. Lo explotaban compañías inglesas cuyas pretensiones eran exorbitantes, y no tardaron en entrar en conflicto con los gobiernos.

En 1856 Perú, Bolivia (que entonces tenía litoral en el Pacífico), y Chile incorporándose poco después Ecuador, convienen un tratado continental para defenderse solidariamente contra la prepotencia británica. Sintiéndose apoyado, el presidente Juan Antonio Pezet de Perú, resuelve no renovar la concesión del guano en las islas Chinchas y explotarlo por cuenta fiscal. En 1862 invita a los países hispanoamericanos a un Congreso Continental en Lima para formalizar la alianza y protestar por la intervención de Inglaterra, Francia y España en México que culminaría después con la proclamación de Maximiliano como emperador de México.

Mitre, presidente de la República Argentina desde octubre de 1862, no acepta que su país concurra al Congreso Continental . “… La República Argentina jamás ha temido por una amenaza de la Europa… En su larga época de la dictadura de los elementos bárbaros que tenía en su seno, las potencias europeas le prestaron servicios muy señalados… La acción de la Europa en la República Argentina ha sido siempre protectora y civilizadora… La República Argentina está identificada con la Europa hasta lo más que es posible.”

En abril de 1864 ocurre algo en las islas Chinchas. No se presenta una escuadra inglesa, sino la escuadra española del Pacífico que custodiaba las últimas posesiones ibéricas en Oceanía (Filipinas, Marianas, Carolinas), echa sus anclas en las Chinchas, y su almirante Luis Hernández Pinzón, notifica al gobernador peruano que las islas todavía son españolas, pues España no ha reconocido la independencia del Perú. Quita la bandera peruana e iza la española, acto seguido expulsa a los extractores peruanos de guano y restablece la concesión de la empresa inglesa… Bueno es tener en cuenta que la pobre España de Isabel II está económicamente y políticamente atada a Inglaterra, y el poderoso ministro Mendizábal maneja la “patria financiera” al gusto británico.

La conmoción es grande en toda América española por el cometido del almirante Pinzón; Perú declara la guerra a España. El Congreso Continental brama de indignación. Todos los gobiernos hispanoamericanos envían su total apoyo al Perú, hasta Francisco Solano López de Paraguay a pesar de sus complicaciones internacionales. El de Chile (preside el patriota José Joaquín Pérez) en nombre de la solidaridad de la raza, declara también la guerra a España. El único que toma una posición neutral es la República Argentina de Mitre.

Como Sarmiento de paso por Lima en viaje a Estados Unidos donde ha sido acreditado representante, ha adherido sin poderes ni instrucciones al Congreso Continental (porque es un diplomático con cabeza propia) y aplaudido la guerra a España, más por fobia antiespañola que por solidaridad continental, Mitre desde Buenos Aires lo amonesta por adherir “a la pamplina del Congreso americano de Lima, iniciado por odio a la democracia norteamericana”…“Ni como político, ni como argentino, ni como gobernante de un pueblo que se respeta puede solidarizarse con Perú y Chile”.

La escuadra española se dirige contra Chile y Perú que han declarado la guerra a España. No ha recibido instrucciones de hacerlo, pero en su horizonte mental de guerrero heroico. Una declaración de guerra debe contestarse a cañonazos, aunque nadie se lo ordene.

En noviembre frente a Coquimbo los chilenos consiguen apoderarse de la cañonera española Covadonga, que motiva el suicidio del almirante Pareja por el contraste. Inútilmente median los abogados chilenos y peruanos de las compañías guaneras ante el almirante Méndez Núñez, su sucesor. A tanta distancia de la Madre Patria, el ministro O’Donnell no tiene medios rápidos para detenerlo, y Méndez Núñez se traba en combates con chilenos y peruanos; el 31 de marzo de 1866 bombardea Valparaiso, el 2 de mayo intenta apoderarse de Callao junto a Lima, donde epica e inútilmente, es herido de muerte. Ocho días después llega la orden de Madrid. La escuadra se vuelve a Filipinas. La Marina española tendrá dos héroes más en su panteón y las compañías inglesas sus contratos guaneros.

¿La Argentina de Mitre? Ofrece el libre paso de tropas extranjeras para atacar desde el continente el Norte de Chile y Bolivia para llegar al Perú. Hoy sus tataranietos, le piden a EEUU que haga algo en Venezuela.