La morterense dejó la UAI Urquiza, equipo con el que fue campeón del último torneo local, y se fue al Sporting de Huelva de España, país en el que la Liga es profesional. Habló sobre su sueño de jugar un Mundial, del machismo en el deporte y de la gran deuda de la AFA y de los clubes nacionales con el fútbol femenino

Por Daniela Lichinizer
Hasta hace un mes, Florencia Bonsegundo se levantaba a las siete de la mañana para ir a trabajar en el local de ropa deportiva del Club UAI Urquiza. Esa tarea significaba una mejora respecto de su anterior actividad en el servicio de limpieza de la universidad.

Cuando terminaba su horario laboral, almorzaba en el comedor de la institución y se preparaba para ir a entrenar. Algunos días lo hacía con el equipo de fútbol femenino del club y otros con la selección argentina, en la cual ejerce el rol de capitana desde este año.
Difícil es pensar que un futbolista varón pueda tener este tipo de rutina. Sin embargo, entre las mujeres, es la norma: en la Argentina, la disciplina es amateur y hasta las figuras más destacadas deben combinar el deporte con trabajos que les permitan solventar sus gastos. La mayoría, además, realiza al mismo tiempo estudios secundarios, terciarios o universitarios.
Pero la vida de Bonsegundo dio un giro de 180° en los últimos días. Tras coronarse campeona del torneo de Primera División de AFA con la UAI Urquiza, decidió dejar el club y aceptar la propuesta de Sporting de Huelva, que juega en la Liga de España. El club ibérico la había visto jugar con la selección argentina en la Copa América de Chile de este año y no dudó en hacerle una oferta a través de su representante. Así la mediocampista encontró la gran oportunidad de competir por primera vez en su carrera en un torneo profesional.
Atrás quedaron esas jornadas extenuantes repartidas entre el trabajo y el fútbol. Hoy, la capitana de la Selección tiene la posibilidad de dedicarse 100% al deporte que ama: por la mañana va al gimnasio y en las tardes entrena con su equipo. De esta manera, le queda tiempo libre para dedicarse a otras cuestiones que también la apasionan o, incluso, para descansar adecuadamente y no sobreexigirse.
«Hoy puedo decir que mi único trabajo, y el que verdaderamente me importa, es el fútbol. Todo lo que hice en años anteriores fue para esto. No me arrepiento de nada de lo que hice. Hoy soy lo que soy y estoy donde quiero gracias a tanto sacrificio», dijo Bonsegundo a Infobae desde España, a donde viajó sola para comenzar esta nueva etapa de su vida.
A pesar de que no podía vivir del deporte, las condiciones en la UAI Urquiza -un club modelo en cuanto al valor que otorga al fútbol femenino- eran bastante amigables para la morterense. Durante los cinco años que jugó ahí, le dieron un departamento, cobertura médica, trabajo, comida, viáticos y una beca completa para estudiar en la universidad. Además, le proveían la indumentaria y transportes para ir a entrenar. Los horarios de las prácticas eran acordes y se adaptaban a las actividades de las integrantes del plantel.
En el Sporting de Huelva, Bonsegundo tiene todo eso y más. Al ser una Liga profesional, firmó un contrato y cobra un sueldo por su trabajo como jugadora. Pocos días en España le han permitido a la mediocampista advertir las diferencias respecto del fútbol femenino en Argentina, sobre todo en materia de organización.
«Esta oportunidad me llega en un momento para seguir aprendiendo y creciendo. La carrera de un deportista es corta y la de una futbolista aún más. Tengo 25 años y sentí que era el momento de volar», admitió la jugadora nacida en Morteros.
La selección Argentina,
a las puertas de una
gran oportunidad
Bonsegundo es parte de un grupo de jugadoras que, conscientes de estar ante un cambio de época y acompañadas por la fuerza que ha tomado la lucha del movimiento de mujeres, han decidido reclamar lo que siempre les ha correspondido. La selección femenina de fútbol nunca tuvo la consideración ni el reconocimiento que se le debe y el germen de este desdén siempre estuvo vinculado al machismo y al sexismo que imperan en el mundo del deporte.
Los compromisos en Europa con su flamante club le impidieron a la capitana ser parte de la gira que la Selección está realizando por estos días por Estados Unidos y Puerto Rico. El equipo de Carlos Borrello disputará cuatro amistosos como parte de la preparación para el repechaje de noviembre ante un equipo de la Concacaf, el cual dará un pasaje al Mundial de Francia 2019.
La morterense se ilusiona con poder volver a vestir la camiseta -y la cinta- argentina en la próxima fecha Fifa de octubre y, por supuesto, en el repechaje. Es por eso que, a pesar de la distancia, el contacto con el DT es constante.
La capitanía le llegó este año a Bonsegundo, por la ausencia de una referente y figura como Florencia Quiñones. Fue una suerte de premio a su influencia sobre el grupo y a sus nueve años de experiencia entre combinados nacionales juveniles y la mayor. «Hace muchos años que visto la celeste y blanca, creo haberme ganado un lugar importante en el equipo», sostuvo.
El equipo de Borrello está ante una gran oportunidad ya que la Argentina no clasificó a los últimos dos Mundiales femeninos (el último que jugó fue el de China 2007). En la última Copa América de Chile, jugada en abril de este año, las jugadoras hicieron públicas sus quejas por las deficientes condiciones de trabajo que les daba la AFA. Sus exigencias tuvieron gran repercusión, llegaron a los oídos de la dirigencia y la situación parece haber mejorado.
«La preparación viene bien. Hace un mes comenzaron los entrenamientos en el predio de Ezeiza y poder tener estos amistosos previos al repechaje es muy importante. Era lo que nosotras realmente buscábamos. La ilusión y la esperanza de clasificar a un Mundial es algo único y quizás esta es la última oportunidad para esta gran camada de jugadoras», señaló Bonsegundo, reconociendo que la lucha por el reconocimiento comienza a dar sus frutos.
Una vida ligada al fútbol
Nacida en Morteros, una ciudad de alrededor de 20 mil habitantes del Noreste de la provincia Córdoba, Bonsegundo empezó a jugar al fútbol a los seis años en un equipo de varones del club Roberto Colombo. La joven creció en el seno de una familia muy futbolera: su hermano mayor Franco -uno de sus grandes referentes- siempre la alentó a perseguir sus sueños en el deporte.
Pero el camino iba a tener algunos obstáculos. «Muchas veces sufrimos discriminación. Todas las chicas que jugamos hemos sufrido situaciones de machismo en la Argentina», lamentó la mediocampista y recordó que su primera gran decepción le llegó a los 13, cuando le prohibieron seguir siendo parte del conjunto masculino. La jugadora se vio obligada a dejar la actividad y recién dos años después se sumó a una división femenina.
Ese sería el puntapié inicial para su gran descubrimiento. En un torneo en Colonia Caroya la vieron enviados de la Selección y la convocaron para ser parte de la Sub 17. A partir de ese momento, nunca dejó de vestir la camiseta celeste y blanca.
La figura de Bonsegundo comenzó a tomar notoriedad y así llegó la primera oportunidad de Buenos Aires. En 2011, la mediocampista recaló en Huracán. Por ese entonces repartía su tiempo entre los entrenamientos con «El Globo» y con la Sub 20 de Argentina.
Todo continuaba en franco ascenso: en 2013 llegó a la UAI Urquiza -donde fue campeona en 2014, 2016 y 2018- y un año más tarde hizo su debut en la Selección mayor. Con el conjunto nacional tuvo la oportunidad de viajar y disputar diversos torneos, pero también atravesó períodos oscuros como la etapa entre 2015 y 2017 en la que el equipo estuvo sin DT y sin competencia.
Aunque le cuesta reconocer sus virtudes, Bonsegundo se define como una jugadora de mucho carácter, que nunca da por perdida ninguna pelota. Sus puntos fuertes son el remate de media distancia y la habilidad para generar circuitos de juego para el equipo.
Entre sus referentes en la profesión están Germán Portanova (entrenador del equipo femenino de UAI Urquiza) y, por supuesto, Lionel Messi. «No solo por las maravillas que hace dentro del campo de juego, sino por la humildad que lo caracteriza y las cosas que vivió de chico. Es un gran guerrero de la vida y un excelente profesional», explicó Bonsegundo.
Hoy la vida le sonríe a la morterense. Su actualidad no es ni más ni menos que un premio a su capacidad para sobreponerse a las adversidades y a los sacrificios que hizo durante tantos años. Cumplido el objetivo de ser una jugadora profesional y de poder vivir del fútbol, el próximo anhelo es claro: «Mi sueño es jugar el Mundial con mi Selección».
Sin embargo, sus metas trascienden lo individual. Bonsegundo se muestra esperanzada en que pronto se produzcan cambios para ver «un fútbol con más organización y profesionalismo en mi país».
«Cuesta creer como en Argentina se sigue mirando mal el hecho de que una mujer juegue al fútbol. Estoy en España hace un mes y acá te das cuenta de que tienen otra visión: es simplemente un deporte en el que el género no importa. Nosotros estamos lejos como sociedad. Los clubes y los dirigentes no apuestan por el fútbol femenino ni por el crecimiento del deporte, lo ven como una gran pérdida de tiempo y de dinero. Nos estamos quedando en el tiempo y los demás no están ganando no solo en lo deportivo, sino también como sociedad», reflexionó.
Fuente: Infobae